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Con realidad aumentada niños aprenden ciencia en el desierto

Publicado 01-06-2018

  • Profesionales del Proyecto Asociativo Regional Explora CONICYT de la Universidad de Tarapacá, llevaron el videojuego Chinchorro y la aplicación de realidad aumentada a la Escuela de la localidad de Chaca, ubicada a unos 50 km. de Arica.

La pequeña escuela de la localidad de Chaca, Región de Arica y Tarapacá, acoge alumnos y alumnas entre primero y sexto básico.

“Ojo, pestaña y ceja”, es la instrucción que les da el profesor Hugo Cerda a los 26 estudiantes de la Escuela de Chaca, ubicada a 51 kilómetros al sur de Arica. Ellos, atentos y en silencio, se disponen a iniciar una nueva jornada en el ámbito tecnológico, donde Explora llevó las suficientes tablets para ver, además de la aldea San Lorenzo, el cuerpo humano en detalle o un héroe de historietas.

El Proyecto Explora, con el fin de acercar la ciencia y tecnología a todos los establecimientos posibles, desarrolló proyectos tecnológicos culturales, como el videojuego y la aplicación de realidad aumentada, con temas de la cultura milenaria Chinchorro y sobre sitios arqueológicos.

Saludan a coro y con mucha energía. “¡Buenos días!”, de la misma forma responden que están “¡bien!”. Son las nueve de la mañana, ellos ingresaron a las 7.45 horas. Los que viven a 28 kilómetros, en caleta Vítor, que son el 70 por ciento del curso, se levantaron a las seis, porque a las siete pasa la micro a buscarlos.

Los estudiantes, provienen del valle de Chaca y de caleta Vítor. La escuela tiene una sala de clases con seis cursos, de primero a sexto año básico. El primero y segundo está a cargo de la profesora Pamela Villegas y desde tercero a sexto es responsabilidad desde hace 10 años, del profesor encargado, Hugo Cerda.

La escuela cuenta con un contenedor de agua potable, la que llega en un camión aljibe los días martes y jueves con 1.500 litros. Hace 10 años hubo dos estudiantes e incluso uno, que hizo noticia nacional; luego, la escuela se cerró, pero ahora, aun cuando el valle de Chaca es habitado por alrededor de 30 familias, la mayoría de la tercera edad, los niños se multiplicaron, gracias a la llegada de agricultores jóvenes establecidos en el valle, que cultivan ajos, choclos, tomates, rocoto, porotos, pepinos, sandías y melones.

Además de la escuela, en el pequeño pueblo de 65 habitantes donde sólo llega transporte público, hay una junta vecinal, una iglesia católica y tres evangélicas. No hay almacenes, ya que todos se abastecen en Arica, pero una posada cercana soluciona algunas necesidades.

Todos los estudiantes son de procedencia aymara, cuatro de ellos hablan perfecta la lengua original de sus padres, y como están aprendiendo inglés, son niños trilingües. Un 80 por ciento son alumnos con raíces familiares en Perú, pero principalmente en Bolivia. Una pequeña población flotante hace variar los números al inicio del año escolar.

Amor por los libros

No tienen luz eléctrica, sólo la escuela cuenta con energía, gracias a paneles solares. Cada día de 20 a 22 horas en el valle de Chaca hay luz por generador, para que puedan ver las noticias, los otros niños, que son mayoría, en caleta Vítor, están a oscuras la mayor parte del tiempo. Los niños casi no ven televisión y tienen escaso acceso a los teléfonos celulares. Eso significa que en cada momento libre, en forma espontánea toman libros y leen.

“Nuestros niños leen, siempre están con libritos en sus manos, incluso cuando están en recreo”, señala el profesor y agrega que ese es el plus que tienen.

Para revitalizar la cultura de sus ancestros tienen cuatro horas de educación intercultural, estudian la lengua aymara y celebran algunas tradiciones como el machac mara (año nuevo andino) y bailan cacharpaya.

Los alumnos y alumnas de Chaca pudieron experimentar la ciencia de manera entretenida usando elementos tecnológicos como videojuegos y tablets.

En sus planes está la construcción de una sala y convertirse en una escuela ecológica, por ello están reactivando un espacio para el picaflor de Arica, el más pequeño del mundo. Utilizan agua caliente generada por paneles solares, trabajan en la recuperación de aguas grises y la basura la queman y devuelven a la tierra. Con estas acciones los profesores apuestan a tener niños más conscientes con el planeta.

En los recreos los estudiantes juegan taca taca o fútbol en una cancha de pasto sintético, bajo un tremendo árbol o se disfrazan. Tienen que cuidarse de la alta radiación solar que impera durante el día, donde la temperatura llega hasta 18 grados en invierno, con el fuerte viento de las cinco de la tarde y la camanchaca, que aparece junto con la noche.

La escuela tiene una cocina y un comedor, un queque y un jugo los acompaña como alimento en sus actividades de juego o de lectura.

Actividades Explora

Mientras Hugo Cerda nos hace una radiografía de la escuela, en la sala los pequeños estudiantes lectores, hacen barra para gane uno de los dos competidores que están en el turno para jugar el videojuego.

“Pedagógicamente Explora nos permite tener otra visión de lo que es la ciencia, que siempre es más constructiva; a veces nos ponemos lentes que nos tapan la visión, cuando hay alternativas como el juego, es una manera entretenida de enseñar”, finaliza el profesor, preocupado de las carencias materiales y emocionales de los niños que juegan a la pelota y hacen fila para meter goles al improvisado arquero.

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