Entrevistas

“Yo me casé con la ciencia”

Publicado 16-05-2018

  • Humberto Aramayo, profesor del Colegio Integrado Eduardo Frei Montalva de Arica, lleva más de 40 años haciendo clases de ciencia, dedicándose a su Academia de Robótica y a orientar a sus alumnos en sus futuros profesionales.

A través de la robótica este profesor de la Región de Arica y Parinacota busca detectar el talento de sus alumnos, para así, orientarlos a seguir la carrera profesional que más se ajuste a sus intereses.

 

Estudió Pedagogía en Biología, luego obtuvo el título de Técnico en Telecomunicaciones, Conectividad y Redes, y actualmente está estudiando para ser Analista de Sistemas. El profesor Humberto Aramayo, del Colegio Integrado Eduardo Frei Montalva de Arica, además de dar clases, es el encargado de la Academia de Robótica, por lo que le queda poco tiempo para su vida personal. Dice que se casó con la ciencia, fue padre soltero y actualmente su hijo ya es profesional.

Cada día, desde la población Carlos Rony se dirige sagradamente a la calle San Marcos; ahí se encuentra el establecimiento educacional, donde estima que debería haber jubilado hace un año. Pero como vive solo y su tiempo lo ha dedicado a aportar a las nuevas generaciones, reconoce que sus 40 años y más educando le han dado grandes satisfacciones cuando se encuentra con ex alumnos ya titulados de ingenieros, enfermeros y médicos, con quienes tiene recuerdos de los campamentos científicos en la precordillera.

El profesor Aramayo también es emprendedor y armó una empresa de biotecnología, donde ha realizado trabajos de biocultivo de una micro alga de tipo alimenticia. Junto a 28 estudiantes de la academia, de tercero básico a tercero medio, participó en el Taller de Robótica y Energías Renovables, ejecutado por la Escuela de Ingeniería Eléctrica Electrónica en conjunto con el Proyecto Asociativo Regional Explora CONICYT, Arica y Parinacota de la Universidad de Tarapacá.

¿Qué enseña usted en la academia?

-Realizo un taller con legos, que es en base a bloques, parecidos en cuanto a programación, donde los estudiantes no sólo van a armar, controlar y manejar, sino que les va a ayudar en su desarrollo intelectual. Yo paso a ser una especie de instructor, la idea es que ellos mismos se vayan organizando, viendo sus proyectos y uno los va guiando en su desarrollo.

Como hay bastante interés, ojalá pudiéramos tener los mismos que vimos en el taller dictado en la Universidad, porque son de bajo costo y se pueden realizar muchas experiencias, ya que nosotros trabajamos en base a desafíos. Además, hay proyectos de investigación que podrían ser presentados en el Congreso Escolar que Explora hace cada año.

¿Cómo logra motivar a los estudiantes?

-Primero se hace una exposición en marzo, mostrando las actividades de la academia. La motivación surge cuando ven a sus compañeros manejando pequeños mecanismos.

Como son niños digitales, de alguna manera están vinculados a la robótica y dentro de su imaginación si a alguno se le ocurre hacer una nave le ayudamos a proyectarla. Lo ideal es que estén conmigo en la academia hasta que egresen.

A través de la robótica tratamos de detectar las habilidades para orientar a los alumnos que quieren estudiar ingeniería, una carrera técnica, relacionadas con las ciencias y la medicina, mi objetivo es apoyar en esa línea de ciencia y tecnología.

He visto niños que son de excepción para la edad que tienen y esta experiencia les sirve bastante, porque tienen que decidir lo que quieren estudiar.

Más de 40 años de experiencia educando a niños tienen el profesor Aramayo.

¿Cuál cree que es el aporte del Taller de Robótica de la UTA?

-Creo que en un 90 por ciento quedaron bastante motivados ya que trabajamos en robótica, esto les interesa a los muchachos. Ellos vieron acá otro ambiente. Ojalá que en cinco años más veamos a alguno de ellos desfilar por estas aulas de clases en la Universidad.

El profesor Aramayo, filmó a sus alumnos en los talleres con una cámara GoPro, les sirvió jugo al almuerzo, les aliñó la ensalada, los llevó luego al patio y los dejó correr con los perritos que son parte del campus Saucache. Terminó el taller con la visita al aeropuerto donde existe una instalación de paneles solares. Allá se preocupó que pusieran atención y luego de encaminarlos a la micro roja de regreso a la ciudad y luego al establecimiento. Y cada uno a su casa, para partir nuevamente al otro día con la tarea que lo hace feliz, porque ocupa gran parte de su vida.

 

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