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La depresión mayor es una enfermedad mental de alta prevalencia en la población chilena. Se estima que aproximadamente 9 de cada 100 chilenos presenta esta enfermedad al menos una vez en la vida, siendo las mujeres el grupo donde más se presenta (11,3%), mientras que en los varones la prevalencia sería de un 6,4% (Vicente B. Rioseco y Cols, Rev Med Chile 2002, 130:527-536). Ocupa el décimo lugar entre las causas de discapacidad en la población general medida por AVISA (Años de Vida Saludable perdidos) que incluye tanto los años perdidos por muerte prematura como los perdidos por discapacidad. Si se consideran sólo los años perdidos por enfermedad, la depresión ocupa el tercer lugar general y el primero en las mujeres (Ministerio de Salud. Guias Clinicas. Serie Guias Clínicas MINSAL NºXX 1ºedición. Santiago. MINSAL 2006). Por otro lado, más del 12% de las licencias médicas corresponden a enfermedades mentales y dentro de ellas, casi el 70% son por trastornos del humor y depresión (Superintendencia de Seguridad Social, 2003). Cada año se suicidan alrededor de 1000 personas, siendo la tasa nacional de 10 por cada 100 mil personas, según los últimos datos del 2005. Para la prevención del suicidio en Chile, se ha planteado el objetivo de disminuir en un 10% la prevalencia de depresión (Plan nacional de prevención del Suicidio, Departamento de Salud Mental, Gobierno de Chile, Irma Rojas M Abril 2008). A nivel nacional, el diagnóstico y el tratamiento de la depresión consumen una considerable cantidad de recursos monetarios, generando un costo anual aproximado de 124 mil millones de pesos (según cálculos registrados en los años 90).
Teniendo en cuenta la magnitud que tiene esta enfermedad mental en Chile, la magnitud de la discapacidad y años perdidos que genera, los gastos que supone para el estado, considerando las atenciones profesionales, de fármacos e infraestructura, además de otros costos difíciles de cuantificar como el deterioro de las relaciones familiares, sociales, etc., se puede concluir que procurar disminuir la prevalencia de la depresión en Chile es un objetivo de primera prioridad a nivel de salud pública.
La terapia de estimulación vestibular específica se viene desarrollando tímidamente desde hace algunos años en distintos centros de investigación a lo ancho del mundo, reportándose cambios en el ánimo de las personas luego de dicha terapia de estimulación. Sin embargo, la mayoría de las publicaciones muestran reportes aislados de casos experimentales, no existiendo estudios sistemáticos que demuestren los efectos de la terapia de estimulación vestibular sobre los estados de ánimo. Algunos de estos trabajos están en el artículo de revisión publicado por S Miller and T Ngo (“Studies of caloric vestibular stimulation: implications for the cognitive neurosciences, the clinical neurosciences and neurophilosophy”Acta Neuropsychiatrica 19:183-203, 2007). Jack Pettigraw, autor australiano, que ha trabajado en el tema, ha reportado cambios anímicos en seres humanos y Dodson, autor neozelandés, publicó el 2004 un case report que sorprendió a la comunidad científica al lograr la remisión de un estado de manía resistente a todo tratamiento, luego de aplicar estimulación vestibular (Vestibular stimulation in mania: a case report”Dodson J, J Neurol Neurosurg Psychiatry, 75, 168-169, 2004) En cuanto a estudios realizados en animales, existe una mayor cantidad de evidencia científica que avala la existencia de una regulación vestíbulo-hipotalámica que logra controlar los ritmos cronobiológicos, los ritmos de secreción hormonal y de actividad autonómica (Fuller et al “Neurovestibular modulation of circadian and homesteatic regulation:vestibulohypothalamic connection?Proceedings of the National Academy of Sciences 99:24 15723-15728) y en Fuller and Fuller “Genetic evidence for a neurovestibualr influence on the mamalian circadian pacemaker” Journal of Biological Rhythms 21:177-184,2006), demostrando el rol del sistema vestibular en la regulación de los ciclos circadianos incluidos los de sueño-vigilia y hormonales que están claramente alterados en la depresión mayor.
A su vez, nuestro grupo de investigación, que trabaja desde hace algún tiempo en este tema, observó que en pacientes con depresión mayor se presenta un patrón alterado de la función vestibular, que consiste en hipoactividad vestibular unilateral (Soza Ried AM and Aviles M “Asymmetries of vestibular dysfunction in mayor depresson” Neuroscience 144,128-134, 2007). Con este antecedente en la mano, durante el 2009 hicimos un proyecto de investigación piloto que tenía como fin corregir la hipoactividad detectada en este tipo de pacientes y observar la correlación con la mejoría anímica.
Estudios previos muestran que la tasa de fracaso en el tratamiento con fármacos antidepresivos o psicoterapia es alta. Solo un 25% alcanza la remisión total de su enfermedad a las 6 semanas de tratamiento, mientras que después de un año, solo la mitad de los pacientes aproximadamente lo hará (estudio multicéntrico STAR*D). La demostración de la eficacia de esta nueva terapia, que no es invasiva y que tiene por base restaurar la función vestibular que se demostró está anormalmente disminuida en la depresión, permitiría implementar este tratamiento en la población chilena, como un potenciador de la terapia antidepresiva.
Finalmente, la comprobación de la utilidad de este tratamiento justificaría trabajar en el diseño, creación y patente de un instrumento o aparato de estimulación para ser usado en Chile de forma masiva y para ser exportado como una nueva técnica terapéutica. Este aparato tendría además una utilidad diagnóstica y de seguimiento, al ser capaz de medir la alteración vestibular funcional (marcador biológico) propia de la depresión. |