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Raquel Olea habla de Lemebel, lenguaje y discriminación

Publicado 27-04-2015

  • RAQUEL OLEA. Doctora en Literatura con mención en Filología Moderna de la Universidad Johan Wolfgang Goethe, de Frankfurt, Alemania.

Raquel CorreaRaquel Olea se desempeña como profesora titular en el Departamento de Lingüística y Literatura de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago. Es reconocido su trabajo como crítica cultural y literaria desarrollado en diferentes revistas nacionales e internacionales. Su trabajo de investigadora también ha sido resaltado por sus pares, además de su activa participación en la ONG La Morada. Dentro de sus obras destacan “Lengua víbora: producciones de lo femenino en la escritura de mujeres chilenas (1998) y “Como traje de fiesta. Una loca razón en la poesía de Gabriela Mistral” (2009).

Invitada para la inauguración del año académico del Magíster en Literatura Latinoamericana de la Universidad Alberto Hurtado, la doctora Olea dictó la conferencia “Lengua mariflor y discurso homosexual. Políticas de oralidad y escritura en la obra de Pedro Lemebel”. Cuenta que conoció a Pedro Lemebel cuando trabajaba en Radio Tierra, experiencia que la motivó para desmenuzar, desde su mirada crítica, la obra del escritor chileno.

En la ocasión, tomó libro de Lemebel “Tengo miedo torero”, del año 2001, para adentrarse en el lenguaje y el sentido literario de la obra. En esta entrevista también profundiza en el rol de la literatura en la sociedad, habla del poder del lenguaje y, así como en el rol, que jugó y juega la obra del recientemente fallecido escritor en las letras nacionales y en aspectos políticos-culturales, como la discriminación.

¿Cuál es el rol de la literatura en la Sociedad?

La literatura es un lenguaje particular. Es un lenguaje que cifra su productividad no sólo en la comunicación. Es un lenguaje que apela a la imaginación, a la reflexión, a la interrogación, a la duda y para eso utiliza figuras literarias: la metáfora, comparaciones, símiles. Pero, la función en literatura en la sociedad es esa: imaginar, anticipar, despertar la curiosidad del lector y reflexionar en torno a los problemas que se plantean en los textos. Por eso, la literatura a mi juicio dice lo que no dice ningún otro lenguaje, porque tiene una opacidad, una “oblicuidad” que apela a que el lector piense el lenguaje. Y la gran literatura no es tanto la que cuenta historias, sino la literatura que trabaja el lenguaje. Esa es la gran función de la literatura, como lenguaje distinto a los otros lenguajes.

¿La Literatura tiene un rol transformador?

Por supuesto porque la literatura anticipa. Piensa algo que no está pensado, hace reflexionar, muestra lo que se oculta, devela, inquiere, interroga, cuestiona, duda, levanta preguntas. Y esa es la función política y poderosa del lenguaje literario.

¿Somos un país discriminador?¿Cómo se evidencia en la Literatura?

Somos un país discriminador. Yo creo que Chile es un país muy provinciano, muy poco elaborado en pensar la constitución de la sociedad. Fuimos constituidos como una sociedad en que todo lo que no era lo dominante fue excluido. Fue excluido el lenguaje popular, los cuerpos populares, fueron excluidas otras formas de sexualidad, y eso se traduce en la conducta de los chilenos. Ahora, yo creo que la literatura trabaja en contra de eso, porque el escritor siempre lleva un sujeto más crítico; es un sujeto que tiene una sensibilidad crítica, que justamente interroga y cuestiona aquellas cosas que aparecen como naturalizadas, por ejemplo, en el género. Creo que es muy importante, es muy naturalizado el dominio del hombre sobre las mujeres. A los niños les enseñan que a las mujeres no se les pega, pero no les enseñan que no se las viola, por ejemplo. Y ahí tú ves que toda la discriminación de género tiene de alguna manera, un punto de acento en el lenguaje, pero también tiene sus puntos de fuga en el lenguaje. Lemebel, por ejemplo, ¿qué es lo que hace? Lemebel justamente dice lo que no se dice. Dice lo que se calla, lo que se oculta. José Donoso tiene una frase que es muy famosa que dice que “en Chile se corre el tupido velo” para ver lo que no se quiere ver. Bueno, la literatura descorre el velo, muestra, hace presente, llama la atención, interroga.

¿Cómo reaccionan los lectores, en especial los chilenos ante este accionar de la Literatura?

Yo creo que en Chile en estos momentos hay un gran déficit de lectura, hay una gran carencia de lectura. Yo creo la pregunta por la lectura es una pregunta urgente, se hace necesaria, importante. Enseñar a leer literatura es una necesidad que debería tener mucho más relevancia de la que tiene. Yo he sido profesora de literatura y una de mis funciones e insistencias eran por eso. Pero la pregunta es ¿cómo leer para poder pensar y develar aquello que aparece en el lenguaje como un segundo nivel? porque la comunicación directa es muy clara: yo te pido algo, tú me lo das, o yo te puedo ordenar algo o te puedo decir algo, pero tiene que ser lo más claro posible. En la literatura no. En la literatura se valora lo opaco, el doble fondo. Siempre el lenguaje literario dice más de lo que dice, o dice también lo que no dice. Cuando en el personaje de la Manuela, de la novela de José Donoso “Un lugar sin límites”, los hombres al final de la novela van y la matan, ahí se está diciendo que la matan, pero ahí hay algo que no se dice, y es que ese cuerpo no importa nada, que ese cuerpo no merece vivir, que no vale nada. Esa es la diferencia del lenguaje literario, que un lector atento recupera. Es por eso que hay que enseñar a leer literatura, porque esta debe ser leída no como se lee el diario, no como se lee una revista o como se lee un informe; el lenguaje literario tiene otras significaciones siempre más profundas. Es un lenguaje pensante. Piensa lo que ha pensado el pensamiento, lo que ha pensado la religión, la sociedad, la política, la espiritualidad. La crítica está en lenguaje literario. Está hecha desde los personajes por ejemplo, a través del discurso del narrador, a través de los diálogos, donde se juegan posiciones. Es un lenguaje posicionado.

Yo creo que nosotros en Chile deberíamos preocuparnos, sobre todo en la educación de la lectura como un re aprender, un volver a aprender esas naturalizaciones que producen discriminaciones. O sea, por ejemplo, cuando la gente discrimina a los mapuches por considerarlos inferiores, eso hay que re-aprenderlo. Ellos tienen una cultura importante, son sujetos, ¿por qué? Cuanto tú después lo piensas, no te cabe en la cabeza, que exista, que se produzca eso. ¿Por qué? Porque vivimos en una cultura que ha sido muy jerarquizada, donde el mestizaje ha sido valorado como algo “inferiorizante”, y es mentira, porque todos somos mestizos. El mestizaje no es sólo una cuestión de sangre, es una cuestión cultural.

¿Qué significa la figura de Pedro Lemebel, tanto en Chile como en Latinoamérica?

Yo creo que hoy día Lemebel significa una figura importantísima, en la cultura, en la literatura chilena y latinoamericana, porque levantó un discurso, levantó un lenguaje, que justamente contribuye a la no discriminación de la figura de los homosexuales. Y no solo a la no discriminación, sino que a la instalación pública de una nueva identidad, de un nuevo sujeto social, que como todos los sujetos sociales, tiene los mismos derechos que los demás. Yo creo que eso es muy reconocido porque Lemebel tiene un estilo muy particular, un estilo muy propio, y en ese estilo él se permitió decir lo que nunca se había dicho en Chile y lo que mucha gente no quiere que se diga, sobre todo. Hablar de la memoria, no olvidar las cosas que pasaron en Chile, recuperar sujetos perdidos, discursos perdidos, las memorias barriales, las memorias cotidianas, en fin.

A partir de la pluma de Pedro Lemebel, ¿se puede hablar de un habla homosexual en la Literatura?

Lo que yo trato de mostrar justamente es que Lemebel, su estilo, construye un habla homosexual, esa habla movediza, esa habla que él llama mariflor, marifrunci, que es una mezcla de habla femenina y de habla masculina. Pero que no es ninguna de las dos, que es otro lenguaje, un lenguaje nuevo, un lenguaje como él dice, “un abejorro zumbón”, un lenguaje móvil, que no se detiene, que mueve ahí, que mueve allá, que fluye, que muestra, que está en el entorno, y que no es un lenguaje por ahora tan reflexivo, tan profundo, pero que escenifica a un nuevo sujeto social.

¿Fue la forma en que Lemebel batalló contra la discriminación?

Seguramente, porque a él la escritura le permitió situarse en la posibilidad de producir su propio lenguaje, y lo logró. Logró interpretar el sentir de un gran sector de la sociedad, porque él tuvo su público fundamental en lectores populares. También tuvo éxito en las universidades y en el mercado. Yo lo conocí a él bastante, trabajé con él, asistí a sus funerales y eso era una fiesta popular. O sea, él fue muy querido y muy acompañado por la gente que se sintió interpretada por él. Fue el intérprete de los deseos, las necesidades, del decir la verdad, del saber la verdad, de demandar justicia, de imprecar a quienes estuvieron en la dictadura de manera directa, insolente. Él se permitió esos lujos, en su estilo.

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