Publicado 01-08-2001
NEWSWEEK
01 DE AGOSTO DE 2001 PAG. 26
MORIR POR LA CIENCIA
CONTRA LOS EXPERIMENTOS ARRIESGADOS CON HUMANOS
Cuando ELLEN M. ROCHE, de 24 años, se ofreció como voluntaria para un experimento sobre el asma, no esperaba beneficiarse, excepto por los 365 dólares que le pagarían. A diferencia de las pruebas clínicas en las que muchos pacientes esperan que una terapia experimental los ayude, este estudio estaba diseñado sólo para responder una pregunta básica: ¿cómo la forma en que un pulmón normal reacciona a los irritantes arroja luz sobre la reacción de un asmático? Para descubrirlo, científicos, encabezados por el Dr. Alkis Togias, de la Universidad Johns Hopkins, hicieron que Roche y otros voluntarios saludables inhalaran hexametonio. Casi de inmediato, Roche comenzó a toser y a quedarse sin aire. En semanas, sus pulmones fallaron y sus riñones dejaron de funcionar. El 2 de junio, Roche murió, una muerte que hizo más trágica porque fue previsible. La semana pasada la Oficina para la Protección en Investigaciones Humanas (OHRP, en inglés) falló que el sistema de Hopkins para proteger a seres humanos era tan defectuoso que había que suspender casi todas las investigaciones financiadas por el gobierno.
Lo peor es que Hopkins, una de las principales instituciones médicas de EE.UU, no está sola. Hace dos años, el inspector general del Departamento de Salud y Servicios Humanos advirtió que el sistema que protege a los humanos está en peligro. Las juntas que evalúan las propuestas de estudio están abrumadas, carentes de personal y plagadas de conflictos de intereses. La supervisión es tan porosa que nadie sabe cuántas personas se ofrecen como voluntarias para ser conejillos de Indias (se cree que unos 21 millones al año), cuántas sufren daños y cuántas mueren. “Miles de muertos no se reportan y sucesos adversos que ascienden a decenas de miles no son reportados”, dice Adil Shamoo, miembro de la Comisión Asesora Nacional de Protección a la Investigación Humana y profesora de la Universidad de Maryland. Greg Koski, director de OHRP, ha catalogado al sistema de experimentos como “disfuncional”.
Deja un comentario