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Dos científicos que se divierten en su trabajo

Publicado 28-09-2002

El Premio de Ciencias, Patricio Reyes, dice que él no va al trabajo… va al laboratorio, porque allí se entretiene.
En la Facultad de Farmacia Dietrich von Baer, bioquímico, trabaja en obtener la cédula de identidad química del vino y otros productos.

Por Rodrigo Luppi San Martín

Patricio Reyes tiene una memoria de elefante. Aún puede recitar la lista de 41 compañeros de curso del Liceo Lastarria de Santiago, a donde llegó después del terremoto del ’60, cuando su padre vio que las dos horas de clase diarias no bastarían para que sus hijos llegasen a la universidad.
Alcanzó a estar un año en el Liceo Enrique Molina cuando lo “sorprendió” el nuevo examen de admisión a las universidades chilenas. El 4 de enero de 1967 rindió la PAA después de haber hecho el único facsímil que recibió junto a sus compañeros justo después de egresar.
Ese mismo año eligió la carrera de Licenciatura en Química, por sobre su segunda y tercera preferencias, Matemáticas e Ingeniería Química. Tenía claro su destino de investigador.
Casi 25 años después tomó una guía telefónica y comenzó a llamar a sus viejos camaradas del Lastarria, 27 de ellos ingenieros motivados tal vez por la “mejor y más dedicada profesora de matemáticas que ha conocido”, y un poeta que entonces era su compañero de banco, Raúl Zurita.
Ahora está en uno de los años más productivos de su carrera científica. Suma 84 publicaciones científicas, 14 de ellos sólo generadas este año, todas relacionadas con su especialidad, la catálisis.
Reyes busca los elementos (catalizadores) que permiten que una reacción química ocurra en menor tiempo y con una alta eficiencia. Así, por ejemplo, el catalizador de los automóviles es de un material cerámico que, al contacto con los gases del motor, genera una reacción que disminuye las emisiones contaminantes.
Lo de Reyes es catálisis y química fina, en donde la pureza de los químicos en uso es indispensable para dar un mayor valor a los productos generados por reacciones catalizadoras en áreas como la farmacia y la alimentación.
Pero ser uno de los escasos expertos chilenos en el tema trae sus complicaciones. Mantiene estrechos lazos con investigadores europeos y dice que éste es un campo exigente que cada vez pide más esfuerzos y del que “no se puede salir, porque después es casi imposible regresar”.
Es tal la presión del circuito internacional que asegura que su familia le he tenido mucha paciencia. Y es que tal vez su esposa Inés Pérez y sus hijas Pilar y Beatriz son quienes catalizan sus mayores éxitos, después de tanto tiempo de trabajo.
Ahora lidera un núcleo Milenio, iniciativa financiada por el Ministerio de Planificación. En el se concentran los colaboradores que lo acompañan en otros proyectos con fondos chilenos o europeos. Por eso reconoce que es fundamental contar con un buen equipo de trabajo, entre los que se cuenta la doctora Gina Pecci, técnicos, licenciados y estudiantes de doctorado chilenos y extranjeros.

Dietrich von Baer

“Si la sociedad nos apoya por hacer algo que nos gusta, debemos entender que este respaldo no es para que nos entretengamos… De alguna manera debemos retribuir eso”.
Y esa manera, según el investigador y flamante Premio Municipal de Investigación Aplicada, Dietrich von Baer von Lochow, es investigar en áreas que le sirvan a la sociedad.
A sus alumnos de la Facultad de Farmacia los llama permanentemente a permanecer siempre con “los ojos y oídos bien abiertos”, porque hay que aprender a escuchar cuando se quiere resolver problemas que afectan a nuestra sociedad.
“Esto significa que uno no sólo debe salir a persuadir para que otros respalden lo que uno quiere hacer. También uno debe estar dispuesto a responder a los problemas que ellos tienen. Hay que ponerse en sus zapatos y ver dónde les aprieta”.
Así, por ejemplo, muchas de las investigaciones en su laboratorio han surgido de dificultades propias de la industria de la zona.
Señala que actualmente hay algunas instancias en que se puede escuchar a los empresarios, “pero mientras más se promueva eso, mejor”.
De padres alemanes y nacido en la zona central, el doctor Von Baer se crió en la Novena Región. Allí estudió en el Colegio Alemán y fue compañero de cursos, desde las humanidades, de Erika Herlitz. Con ella se vino a estudiar Bioquímica a la Universidad de Concepción y con ella formó la familia que lo ha acompañado en su carrera en el Departamento de Análisis Instrumental de la U. de Concepción. Su tesoro son tres hijos, Katrin, Gabriela y Alex.
Von Baer es de los que no se puede dormir en el pasado. El uso de equipamientos de última tecnología es materia obligada en esta disciplina que escudriña en los compuestos químicos de la más variada naturaleza.
Trabaja en análisis instrumental, especialmente en cromatografía y sus aplicaciones en agricultura, alimentos y medio ambiente. Ese es el vínculo -herramientas y metodología- que lo conducen a trabajar con análisis de lupino, de la polilla del brote del pino, en diferenciación de cepas de vino, preservantes en frutas y verduras de exportación. Detectar compuestos, dice, es como es como obtener la cédula de identidad química de cada producto que debe analizar.
De esta manera es que hay grandes expectativas tras el proyecto Fondef que está a su cargo sobre “Diferenciación de los vinos tintos chilenos en el mercado mundial, mediante la determinación de marcadores moleculares característicos en cuanto a cepa y origen”. Investigadores, empresarios y técnicos trabajan en esta iniciativa que parece fundamental para mejorar el acceso a los mercados internacionales de los productos chilenos.
El sur (Concepción)
28-09-2002
pag. 2

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