Publicado 29-09-2002
La Canciller chilena firmó esta semana el nuevo rayado de cancha para los investigadores nacionales. Este les abrirá las puertas de la Unión Europea… siempre que aprovechen la oportunidad.
Científicos top radicados en Concepción aseguran que por condiciones no se quedan atrás y que sólo las limitaciones tecnológicas y de recursos terminan por marcar las diferencias.
Rodrigo Luppi San Martín
Todavía los chilenos no despertábamos de la resaca dieciochera cuando un grupo de rectores, investigadores de primera línea y empresarios abría sus ojos la mañana del 23 de septiembre en Bruselas, por estos días la capital de la Unión Europea.
Todavía el sol se ocultaba tras Los Andes cuando sus rayos iluminaron el primer día del otoño belga para abrir la primavera a los científicos de este otro extremo del planeta.
¿Exagerado comentario? Para nada. Especialmente cuando algunos de los investigadores penquistas mejor tasados en el competitivo mundo de las ciencias dicen, con orgullo, que nada tienen que envidiarle a los cerebros de Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia, Italia o Japón.
Son los hombres que iniciaron su carrera cuando el fax era LA herramienta que los comunicaba con sus pares y que ahora tienen a internet por compañera inseparable, si no imprescindible.
Estas personas despertaron el lunes con un nuevo rayado de cancha, con un flamante balón de intenciones e ideas y con un majestuoso y amplio arco de 15 países, los de la Unión.
Ese día la Ministra de Relaciones Exteriores, María Soledad Alvear, habló desde Bruselas con el diario EL SUR para señalar que la oportunidad está ahora en manos de la comunidad científica nacional, que de ellos depende sacar provecho y cosechar los frutos de una actividad que, sin dudas, debe traspasar sus resultados al resto de la sociedad chilena (ver recuadro).
Por eso hablamos con algunos de estos jugadores de las grandes ligas de la investigación científica, todos doctores, y les preguntamos de qué manera van a poner en juego esta oportunidad.
Aldo Ballerini, ingeniero civil químico, es un profesional de los tableros y los adhesivos. Cuando la tendencia de la industria nacional de la madera apunta a un mayor valor agregado de los productos ahí está él, en la Universidad del Biobío, con más de una década de trabajo en donde establecer relaciones con los top del mundo le ha “costado mucho”. Ahora ya las tiene con el Instituto Rosenheim de Alemania, la Universidad de Nancy en Francia y el Instituto de Mikkaeli de Finlandia, por citar a sus socios europeos.
“Con este acuerdo ganamos un marco que facilita la interacción entre instituciones, pero debemos agregar la voluntad expresa de materializar lo que esperamos de ella”.
“Hace rato los chilenos tenemos un nivel internacional interesante” que ha resultado más productivo cuando el propio gobierno ha dado respaldo con el financiamiento de equipos de generación avanzada, lo que permite hacer investigación de punta.
Cree que el acuerdo facilitará la movilidad de los investigadores, pero siempre sobre la base de ideas buenas, así “siempre es posible encontrar socios estratégicos”.
Carlos Calvo, decano de la Facultad de Farmacia de la U. de Concepción, ya tiene un nombre internacional gracias al trabajo de su equipo del Laboratorio de Lípidos y Ateroesclerosis. Allí estudia los mecanismos y factores de riesgo en enfermedades cardiovasculares, causantes en Chile de más muertes que los accidentes de tránsito que suelen ocupar las primeras páginas de los diarios y los primeros minutos de los noticiarios de la radio y de la televisión.
Su principal socio está en Francia y es, nada menos que el Instituto Pasteur.
“Los contactos pasan más por las personas que por las instituciones”, dice Calvo. Pero es “lógico que cualquier convenio va a facilitar mucho las cosas”, especialmente si ayuda a la interacción entre investigadores.
Está convencido de que “Chile tiene muy buen recurso humano. La gran diferencia está en la tecnología y en la infraestructura”, muy limitada en países como el nuestro.
Su apuesta se centra en aprovechar la capacidad de las instituciones europeas de formar equipos (disponen de los fondos para hacerlo) ya que, de una u otra forma, “estos convenios chorrean hacia nuestros países”.
El éxito, en todo caso, estará determinado por que los científicos demuestren su peso con la única carta que permitirá hacer efectivo este acuerdo marco, las publicaciones, los “papers”, la moneda de cambio que “nos hace creíbles”.
Pero todavía queda otro desafío. Así como en Europa y en Estados Unidos el sector privado es el que se lleva el mayor esfuerzo de financiamiento de la investigación, en Chile “es al revés”.
El flamante Premio Municipal de Ciencias, Patricio Reyes, es el hombre de la catálisis. Junto a su colega Gina Pecci en la Universidad de Concepción, son nombres obligados de esta especialidad en Chile cuando alguien pregunta en el extranjero. También vicepresidente de la Federación Iberoamericana de su especialidad, asegura que la catálisis reviste hoy tal importancia que los gobiernos están abriendo los ojos ante el efecto de esta investigación sobre el mejoramiento de productos cosméticos, farmacéuticos y alimenticios.
El principal mensaje de este acuerdo es para él “readecuarse”. Para algunos va a ser un zamarrón, para otros un impulso y una inevitable desaparición en el peor de los casos.
Su problema es que “somos demasiado pocos”. Tanto así que su trabajo a la cabeza de programas financiados por las iniciativas Milenio y Fondecyt, más una cooperación binacional con Francia y un permanente intercambio con colegas españoles lo hace decir “¡no damos abasto!”.
Deja ver, entonces, un desafío para las universidades, el de abrir el espacio para atraer a más investigadores. Sin una masa crítica suficiente, agrega, puede recibir invitaciones de trabajo de alto nivel “¿pero a quién delego?”.
Marcelo Carro, investigador de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, lidera en la Facultad de Ingeniería dos millonarios proyectos Fondef, cuyo principal objetivo es vincular al mundo académico con el de la empresa.
Tiene los ojos puestos en este acuerdo internacional y está convencido del gran provecho que puede significar para los chilenos. Cree que esa gran falencia que distancia a los profesionales del país con los del mundo desarrollado, la tecnología, puede superarse ahora más que nunca.
“La ventaja del convenio es que nos da acceso a recursos, es decir, si acá tenemos una buena idea ya no necesitamos tener toda la tecnología para implementarla”. Esto permitiría que las universidades hagan un esfuerzo por concentrarse en áreas estratégicas y evitar la duplicación de gastos: “¿Para qué descubrir la rueda de nuevo si otros ya lo hicieron?”.
Plantea que esta es una oportunidad para “externalizar” parte de la tecnología que nosotros mismos estamos desarrollando o podemos desarrollar”. Y agrega que la ecuación es muy simple, los europeos nos necesitan para producir y nosotros a ellos para avanzar.
El doctor Víctor Ariel Gallardo viaja la próxima semana a Italia. Lidera en la U. de Concepción el centro oceanográfico referente del Pacífico Sur Occidental, en donde tiene claro que mucha de la investigación que desarrollan es imposible hacerla sin la cooperación internacional. De hecho, el viaje a Europa es con la idea de preparar un crucero científico que les permitirá embarcarse en 2004 en una nave italiana para trabajar en las costas del extremo sur de Chile.
Sin duda, este acuerdo de Chile con la UE les permitirá fortalecer los contactos que ya tienen con centros del viejo continente. De hecho, están trabajando en la formación de una red internacional de ciencias del mar a la que se incorporarán universidades de Italia, Alemania, España, Francia, Perú, Ecuador y Chile.
Aún espera más detalles de las puertas que abre el acuerdo con la UE, pero tiene grandes expectativas por lo que viene.
Douglas Geisler es norteamericano y vino hace algunos años para engrosar el cuerpo de astrónomos de la Universidad de Concepción. Hace unas semanas llegó de una pasantía de dos meses en La Meca de la astronomía europea, esto es, la sede científica del ESO (European Southern Observatory), cuyo más importante vínculo con nuestro país es el mayor telescopio del planeta, instalado en la cumbre del Cerro Paranal, en la Segunda Región.
Dice que en esta área los científicos en Chile gozan de excelentes relaciones con sus pares de Europa. Acá está la ventaja de contar los mejores observatorios del mundo y con acceso preferente a ellos.
Cree que esta es también una oportunidad para mejorar los contactos internacionales, especialmente en materia de intercambio y respaldo tecnológico.
Sólo queda un comentario que agregar y lo haremos en boca de un abogado. Se trata del rector de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, Fernando Jiménez, quien asistió a la firma del convenio junto a otros 18 colegas, entre ellos el vicepresidente del Consejo de Rectores de Chile, Sergio Lavanchy.
Según Jiménez, la firma ocurrió ante una nutrida delegación de chilenos de las más diversas áreas. Le llamó especialmente la atención el clima de entusiasmo que se dio con invitados del mundo de la empresa criolla: “Si esa misma situación se repite todo el tiempo en Chile las posibilidades de éxito están más que claras”.
Las prioridades del acuerdo
Un total de 19 rectores de universidades chilenas, directores de centros de investigación, premios nacionales de ciencias y dirigentes empresariales acompañaron a la Canciller Soledad Alvear y a la ministra de Educación Mariana Aylwin en el acto de firma del acuerdo.
A través de él Chile podrá optar a proyectos de investigación europeos cubiertos por el VI Programa Marco de Investigación de la UE, dotado con 17.000 millones de euros entre 2002 y 2006 y que entrará en vigor este martes 1 de octubre.
La UE por su parte también podrá participar en proyectos chilenos, principalmente en el ámbito de la astrofísica y la astronomía, en el que tiene más interés, según el comisario europeo de Investigación, Philippe Busquin, que firmó el acuerdo en Bruselas junto con la canciller chilena.
Los europeos, que tienen en Chile la organización para la investigación astronómica del hemisferio austral (European Southern Observatory, ESO), financiaron en los últimos años 33 contratos de investigación por un valor de 20 millones de euros en los que participó Chile.
El VI Programa Marco europeo también abarca investigaciones sobre desarrollo sostenible y nanotecnología, en cofinanciación con los países integrantes de los consorcios.
La UE firmó un acuerdo de este tipo con Argentina, actualmente está en negociaciones con Brasil, con el que podría concluir en 2003, y prepara el mandato negociador para suscribir otro acuerdo con México.
El VI Programa Marco de Investigación, Desarrollo Tecnológico y Demostración Destinado a la Integración y Fortalecimiento del Espacio Europeo de la Investigación apunta a siete prioridades:
• Genómica y biotecnología aplicada a la salud. Ciencias de la vida al servicio de la salud y la seguridad.
• Tecnologías para la sociedad de la información.
• Nanotecnologías y nuevos procesos de producción de materiales avanzados.
• Aeronáutica y espacio.
• Calidad de los alimentos, seguridad alimentaria, riesgos para salud y mejora de la misma.
• Energía, desarrollo sostenible, biodiversidad y cambio planetario.
• Ciudadanos, democracia e instituciones sociales y políticas.
El sur (Concepción)
29-09-2002
pag. 4
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