Publicado 03-11-2002
Con un solo proyecto el doctor Burkhard Seeger ha dado que hablar a sus colegas de Rusia y a especialistas de los sectores privado y público de Chile.
Se trata de una iniciativa para transformar sustancias orgánicas peligrosas reemplazando los riesgosos hornos. Esta semana presentó un sistema basado en la oxidación de compuestos tóxicos con oxígeno en un medio acuoso. Su ventaja respecto de los métodos convencionales está en que las reacciones se llevan a efecto en un sistema cerrado y no contaminante.
¿Qué puede interesarle a Rusia de esta iniciativa? Que ese país tiene un arsenal de cerca de 40 mil toneladas de armas químicas listas para su destrucción y que el director de uno de los centros científicos más importantes de Moscú invitó a Seeger para que mostrara su proyecto. Además, Seeger ya tiene financiamiento para hacer su trabajo a escala piloto y quiere mostrar estos resultados en marzo de 2004 a sus restantes colegas de la Opaq.
¿Y a Chile? El país genera cada año cerca de 900 toneladas de plaguicidas, 2 mil 500 toneladas de residuos de refinación del petróleo y otras 800 toneladas de medicamentos vencidos. Son cifras abrumadoras para nuestra realidad, pero que Seeger estima insuficientes para justificar -en términos económicos- la construcción de un horno al estilo de los que existen en Europa y Estados Unidos.
Hasta ahora las opciones en Chile son confinar los residuos, enviarlos a tratamiento al hemisferio norte -a razón de entre 400 y 6 mil dólares la tonelada- o entrar a la clandestinidad.
En estos terrenos navega Seeger, pero también en los del complejo escenario internacional como asesor científico de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas, Opaq:
-A propósito de su visita a Moscú. Se dice que el gas usado para liberar a los rehenes del teatro Dubrovka no estaba entre las sustancias prohibidas ¿Hay un listado internacional de productos prohibidos?
-Hay armas químicas prohibidas, pero hay otras numerosas sustancias que se usan con fines médicos u otros. Todos los anestésicos, por ejemplo, suprimen el dolor, pero la distancia entre la supresión del dolor y la muerte es muy estrecha.
¿Si Rusia es miembro de esta organización, entonces transgredió los acuerdos al usar gas anestésico para liberar a los rehenes?
-Esta no es una sustancia considerada como arma química.
-¿Entonces está mal concebida la estructura de prohibición?
-No. El término de sustancia tóxica es un poco relativo. Incluso el dióxido de carbono que nosotros expiramos es tóxico. También si a una persona le inyectan agua puede morirse.
La toxicidad siempre depende de la dosis.
-¿Van a estar siempre en el dilema de qué prohibir y qué no?
-Las armas químicas son determinadas por su grado de peligrosidad como, por ejemplo, si dosis muy bajas producen la muerte, ésas son las más peligrosas.
-¿La responsabilidad mayor es de los gobiernos por controlar el uso?
-Por supuesto. Siempre el que da la orden es, en última instancia, el responsable y eso es así en todas partes del mundo.
(…) Alguien aconsejó esto al gobierno ruso. Tal vez debieron usar una dosis más pequeña, pero como no hay experiencia en esto…
-Pero el control de armas químicas parece tremendamente difícil si hasta con un avión se puede matar a miles de personas…
-Yo creo que eso no depende tanto de los científicos. Son cosas que dependen del deseo de la gente de hacer algo y eso no tiene nada que ver con la química misma.
El que se prohiba o no es una cosa política.
Hay países que almacenan estas armas o trabajan para destruirlas, pero no todos están en este grupo de la Opaq.
Se dice que Irak tiene gran cantidad de armas químicas y se justifican porque no están autorizados para construir armas atómicas.
-Hay fuertes presiones internacionales sobre Irak, mientras que Rusia actúa con un gas hasta ahora no probado ¿Quién controla a Rusia?
-Bueno, otra pregunta es quién controla a Estados Unidos.
-¿Es misión de los científicos actuar en estas instancias?
-Nosotros somos una comisión que no tiene fuerza política. Podemos proponer, pero son otros los que deciden.
-¿Confía en que el trabajo de ustedes será útil para esta toma de decisiones?
-Lógico que va a servir. Hay especialistas de diferentes campos, desde el análisis a la destrucción de armas.
-¿Cree que el método que usted desarrolló pueda ser usado por Rusia para la destrucción de armas?
-Yo creo que sí. El método es muy bueno porque actúa en solución acuosa a bajas temperaturas y en esas condiciones no hay explosiones, lo que supera el gran problema de los hornos y es más barato.
Aquí no hay contaminación, es rápido y, además, sirve para todas las sustancias tóxicas.
-Supongamos que tiene el altamente tóxico DDT ¿Cuánto demora en reducirlo (oxidarlo)?
-Bueno, es un proceso rápido de minutos. Depende de las cantidades y de los reactores en uso.
-¿Qué resulta de este proceso de oxidación del DDT?
-Exclusivamente CO2, algo de agua y ácido clorhídrico que se neutraliza con caliza.
Proyecto
En los próximos 24 meses Seeger trabajará con un fondo de más de 500 millones de pesos en la oxidación en un medio acuoso de residuos de la refinación del petróleo, plaguicidas de uso agrícola y forestal y medicamentos en desuso.
El financiamiento estatal proviene del Fondo de Fomento de la Investigación Científica y Tecnológica, Fondef, y de la Universidad de Concepción y cuenta con el respaldo de las empresas Petrox S.A., Enaex S.A., AGA, Laboratorios Recalcine, Empresa de Servicios Tecnológicos Ltda., Turbomecánica Ltda. y Servicios Técnicos Urbanos Ltda.
El trabajo experimental se desarrollará a escalas de laboratorio y piloto con el respaldo de la Unidad de Desarrollo Tecnológico de la U. de Concepción.
El Sur (Concepción)
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