Publicado 02-12-2002
Árboles y arbustos secuestran cerca del 6% del material particulado del aire y, en menor fracción, gases. El interés es potenciar este proceso natural.
Imagínese una gran mano con 40 mil toneladas de hojas, una superficie folear de 430 km2, capaz de atrapar contaminantes atmosféricos de Santiago.
Esta aspiradora natural existe. Se sabía, pero es la primera vez que se miden en la capital las toneladas de contaminantes que calladamente tragan tanto árboles como arbustos de las vías públicas, cerros, parques.
Esta tarea la realiza la Facultad de Ciencias Forestales de la Chile, con la participación directa de 14 investigadores, incluyendo extranjeros. Es un proyecto financiado por el Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico, Fondef.
Según los resultados preliminares, esta limpieza amable que hace la vegetación capta anualmente 2.266 ton de material particulado, 115 ton de monóxido de carbono, 851 ton de ozono urbano, 321 ton de dióxido de nitrógeno y 211 ton de dióxido de azufre.
También secuestra localmente 37.713 ton al año de dióxido de carbono, el principal gas invernadero, culpable del calentamiento global.
El impacto más importante de la arborización se observó en partículas. Atrapa cerca del 6% del total de partículas menores que 10 micrones (PM10) en primavera y alrededor del 3% en invierno.
Pero la idea es potenciar aún más esta capacidad que tiene la naturaleza para aspirar el sucio aire capitalino. Elegir las especies adecuadas con las cuales aumentar la forestación es un aspecto clave.
Hay árboles, por ejemplo, que contaminan. Emiten compuestos orgánicos volátiles, como terpenos, que llevan a formar más ozono en la atmósfera baja de las urbes.
El álamo y el plátano oriental se encargan de ejercer este rol negativo. Aunque éstas especies, pese a sus molestos efectos como alergenos, tienen buen rendimientro en la captación de partículas.
Para ello, el equipo diseña modelos que permitirán optimizar este rol de la naturaleza, con costos y beneficios en el tiempo.
“Con datos en mano será más sencillo planificar, decidir e invertir en forestación, en los municipios que tienen a su cargo esta tarea”, destacan Manuel Rodríguez y Carmen Luz de la Maza, subdirector y directora del proyecto, respectivamente.
Los investigadores registraron en terreno los datos de remoción de contaminantes por la vegetación durante un año (1997- 1998). Luego los compararon con los datos de emisiones de la Conama Región Metropolitana referidos a 1997.
“Estas mediciones, que abarcaron variables meteorológicas y biológicas, permiten averiguar por primera vez en cuánto aporta realmente la vegetación arbórea en la descontaminación atmosférica, algo pendiente por mucho tiempo”, señala Manuel Rodríguez.
Observaron que el aporte de árboles y arbustos para limpiar la atmósfera de Santiago podía aumentar. Es la vasta experiencia de David Nowak, del Servicio Forestal de EE.UU., y Francisco Escobedo, de la Universidad del Estado de Nueva York, contrapartes del proyecto.
El grupo de trabajo está entusiasmado. Por eso, presentó los primeros resultados de este proyecto, iniciado hace 18 meses. Termina a principios del 2004.
El objetivo principal es echar andar dos completos modelos de gestión que interactuarán entre ellos para proponer aplicaciones concretas a los municipios y a la descontaminación del aire capitalino.
Generarán una base de datos que será, además, permanentemente actualizada en un Sistema de Información Geográfica (SIG), que aportará al manejo de árboles de las comunas de la Región Metropolitana.
El proyecto entregará la tecnología necesaria para que se copie a todos los municipios.
Más hojas en un sector
Los investigadores realizaron muestreos representativos en 200 zonas de la provincia de Santiago, incluyendo Puente Alto. Y en estas parcelas midieron la captación de partículas y gases por la vegetación.
Eligieron, además, la municipalidad de La Reina como prototipo del proyecto.
Advirtieron que la vegetación cubre 16,5% de la superficie capitalina, con 160 especies diferentes. Sólo un 12% son árboles nativos. El resto son importados desde los EE.UU. (30%) y de Australia (18%).
El 32% corresponde a especies siempre verdes. Esta información importa cuando el propósito es contar con hojas durante todas las estaciones, de tal forma que ellas retengan partículas y absorban gases contaminantes por difusión.
También los investigadores constataron que había un notorio desequilibrio con respecto a la cobertura arbórea en las comunas. Por ejemplo, Vitacura tiene 11 veces más árboles que San Ramón. Esta comuna, junto a Pudahuel y Quinta Normal, cuentan con una más baja proporción de árboles.
En cuanto a la diversidad biológica de especies leñosas, éstas presentan grandes diferencias entre los estratos socioeconómicos. En las comunas de nivel alto se registraron 150 especies distintas, mientras que en las de nivel bajo, sólo 60 especies.
Por otra parte, advirtieron que el 46,7% de los municipios de la Región Metropolitana no ha realizado inventarios de sus recursos vegetacionales. Según ellos, este expediente muestra la escasa tecnología y presupuesto destinados a las áreas verdes, algo que requiere encontrar mejor solución.
Todas estas investigaciones apuntan a lograr establecer una política de forestación en la Región Metropolitana. Son muchos los factores que favorecerían el rol de la vegetación para retirar contaminantes de la atmósfera.
Según los investigadores, el Gran Santiago necesita desarrollar un plan maestro para maximizar este beneficio ecológico, ayudar a analizar escenarios de costos con estos fines o recreativos en los municipios y minimizar el riesgo público asociado a las caída de árboles, que en algunas comunas contabilizan hasta nada menos que 60 a 70 al año.
El Mercurio
Lunes 2 de Diciembre de 2002
página 11
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