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Informe formula dura crítica a investigación científica en Chile

Publicado 01-06-2003

Primer estudio sobre capital humano muestra que, a diferencia de lo que sucede en los países desarrollados, sólo el 10% del gasto total en investigación y desarrollo proviene del sector privado. En Corea, la cifra es de 70%. Universidades privilegian preparación de doctores en ciencias básicas en lugar de aplicadas y la publicación de artículos en vez de patentes de nuevos productos.

 

 

 

Escasa formación de doctores, poca investigación aplicada, bajos porcentajes de gasto en innovación y desarrollo financiado por las empresas y la preferencia de la escritura de artículos en revistas especializadas más que en la generación de patentes son algunos de los problemas detectados en la generación de conocimiento científico por el primer estudio de capital humano hecho en Chile.

 

Los investigadores de la Universidad Adolfo Ibáñez, José Joaquín Brunner y Gregory Elacqua, quienes realizaron el trabajo, sostienen que Chile no sólo invierte un escaso porcentaje de su producto interno bruto en esta área, sino que también no se distribuye en la misma forma que en los países desarrollados.

 

“Sólo una fracción menor del gasto se ejecuta dentro de la empresa, a diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los países de la muestra. Chile ejecuta sólo el 15% del gasto en las empresas, mientras que el promedio de los países de la Oecd (desarrollados) es de 69%”, afirma el informe.

 

Sólo el 15% de todos los académicos del país se dedican a actividades de investigación y desarrollo, lo que implica que sólo hay siete mil personas en esta tarea. La cifra es insuficiente para la población nacional: apenas hay 12 personas dedicadas al trabajo científico-tecnológico por cada 10 mil integrantes de la fuerza laboral, mientras que en Corea hay 46 y en Finlandia, 99.

 

Problema de énfasis

Como las universidades realizan la mayor parte del trabajo, centran su atención en programas de ciencias básicas, donde el principal objetivo es generar artículos para la publicación de revistas internacionales y no trabajar en áreas que tengan un espacio de aplicación práctica.

 

Ello redunda, también, en que los doctorados que se prefieren son los vinculados con las ciencias básicas.

 

“La investigación aplicada está mal representada en las universidades. Se ve como una venta de servicios al sector externo, lo que obedece a una cultura tradicional académica de las casas de estudio, lo que ya no ocurre en los planteles más avanzados de Europa, Estados Unidos o en Corea o Malasia, donde cada vez más la cultura universitaria ha ido comprendiendo que parte de la función más propia de la universidad es desarrollar conocimientos que puedan ser aplicados al crecimiento y al desarrollo económico del país”, explicó José Joaquín Brunner.

 

Poco interés de las empresas

A lo anterior se suma que en las empresas no hay interés o especialistas destinados a desarrollar nuevos procesos productivos.

 

El estudio sobre capital humano muestra que, a diferencia de lo que sucede en los países desarrollados, sólo el 10% del gasto total en investigación y desarrollo proviene del sector privado. Mientras, en Corea la cifra es de 70%.

 

Por otra parte, una encuesta realizada en 1998 en seis países latinoamericanos mostró que sólo el 32% de las empresas chilenas declaró haberse beneficiado de ideas innovativas originadas en las universidades y que sólo el 25% tenía contratos de colaboración con entidades académicas.

 

En general, la calificación que el sector industrial hacía de las instituciones de investigación era más bien regular.

 

Desafíos

El ministro de Educación, Sergio Bitar, reconoció que esta disociación entre empresas y universidades es una deficiencia del país, pero agregó que en los concursos de financiamiento de este año se está poniendo énfasis en el trabajo colaborativo de ambos sectores. “Las universidades tienen que abrirse más a las empresas y hacer más investigación que desemboque en patentes. Hay varias que lo están haciendo, porque el Fondef ha estado financiando proyectos conjuntos, pero ahora estamos pidiendo que se generen más patentes”, sostuvo.

 

Para los investigadores de la U. Adolfo Ibañez, el problema que existe en torno a la generación de conocimiento vinculado con el desarrollo tecnológico pasa por definir una política de innovación que esté a cargo de un grupo integrado por el Estado, la academia y el sector productivo. Además, proponen incentivar la colaboración a través de los fondos concursables para investigación.

 

 

CUADRO

Un país con pocos doctores

 

Uno de los problemas que presenta la educación superior en Chile es la escasa formación de personal científico y tecnológico en el grado más avanzado, que son los doctorados.

 

Chile sólo forma a cuatro doctores por cada millón de habitantes, frente a los ocho de México, 11 de Argentina y 18 de Brasil.

 

Según explicó el propio ministro de Educación, Sergio Bitar, este año se espera doctorar a cerca de 140 personas y la meta para el 2010 es llegar a tener 500 ó 600 anuales.

 

Esta formación es extremadamente cara. Se realiza en el extranjero, aunque en Chile hay varias decenas de doctorados impartidos por los planteles tradicionales. En general, las casas de estudio privilegian las menciones de ciencias básicas destinadas a un grupo muy reducido de estudiantes.

 

José Joaquín Brunner, académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, se mostró partidario de ampliar la cantidad de personas que acceden a este grado académico, de tal forma que mejore el sistema completo de enseñanza universitaria. Pero advirtió que se debe cambiar la especialidad.

 

“Hoy día debiéramos doctorar a 500 personas y postular de aquí al 2010 a mil personas al año. Ahora, eso requiere una política de posgrado completamente distinta. Es decir, formar mucha gente que se va a dedicar a la investigación aplicada y desarrollar muchos doctorados en todas las áreas para formar profesores para las universidades en las otras áreas donde necesitamos mejorar la calidad a través de docentes con mejor formación”, sostuvo el académico.

 

La Tercera

1 de junio de 2003

página 18

 

 

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