Publicado 08-06-2003
Sistema es desarrollado por la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, con apoyo del Fondef, BID y Emos.
La capacidad de las lombrices para descomponer residuos sólidos y orgánicos es la clave que aprovechó un grupo de investigadores de la Universidad de Chile para salvar a las empresas de la inquisidora mirada de los ambientalistas y de una legislación cada vez más exigente.
Se trata de un sistema de tratamiento de aguas servidas denominado “Biofiltro aeróbico dinámico”, desarrollado en su conjunto desde 1994 por la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y con el financiamiento de importantes organizaciones nacionales y extranjeras: el Fondo de Fomento de la Investigación Científica y Tecnológica, Fondef; el Banco Interamericano de Desarrollo, BID; y la Empresa Metropolitana de Obras Sanitarias, Emos.
Después de probar los resultados en una planta de Melipilla, el equipo de investigadores está convencido de su eficiencia en la remoción de materia orgánica y microorganismos patógenos y de sus bajos costos de inversión y operación.
Ahora iniciaron una nueva etapa, la de transferir dicha tecnología a la industria. Para los investigadores ésta es una de las tareas más complejas, especialmente cuando se trata de un producto que debe competir con otros sistemas conocidos.
En todo caso, desde 1995 han obtenido buenos resultados con plantas en industrias de alimentos (entre otras Carozzi, Malloa, Viña Undurraga y Soprole), en el tratamiento de aguas servidas (empresas sanitarias y colegios) y en el manejo de residuos industriales líquidos (riles) orgánicos. En total, suman 50 instituciones las que han probado el sistema.
Con tales antecedentes, destacan cuatro grandes ventajas del sistema de biofiltro: Primero, no produce lodos inestables, por lo que no necesita decantador de sólidos orgánicos como tratamiento previo.
Segundo, el lecho filtrante no se impermeabiliza. Esta característica se debe principalmente a la acción de las lombrices que, con su incansable movimiento, crean túneles y canales que aseguran en todo momento la alta permeabilidad del filtro.
Tercero, los científicos aseguran bajos costos de inversión y operación; y cuarto, el resultado puede ocuparse como abono natural.
Cómo opera
El Biofiltro es una piscina rellena por diferentes capas filtrantes. En la superficial, se agrega cientos de lombrices que cumplen con la tarea de degradar los residuos sólidos y orgánicos.
Los residuos industriales líquidos o el agua servida es regada sobre estas capas y sólo queda retenida la materia orgánica. La intervención de las lombrices la oxida y el resultado es anhídrido carbónico y agua. Parte de ello pasa a constituir masa corporal de las lombrices y otra parte mayor a deyecciones de las mismas. Estas últimas constituyen el llamado humus de lombriz.
Ideas como ésta aparecen en la mira de Fondos científicos como el Fondef, que cada vez se ha puesto más exigente en la necesidad de traspasar el trabajo científico a la industria. Esa ha sido siempre su misión, pero la idea es asegurar el paso. Así, por ejemplo, los nuevos concursos exigen que el proyecto termine con una patente de invención.
En el caso del Biofiltro y otros productos de origen científico, la Universidad de Chile creó su propia estrategia, la de crear un organismo promotor especial: La Fundación para la Transferencia Tecnológica. Su equipo de gestores ya prepara el terreno para presentar el Biofiltro en Concepción.
El Sur de Concepción
08 de junio de 2003
página 4
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