Publicado 01-09-2003
Un equipo de investigadores de la Universidad de Chile consiguió elaborar vacunas biológicas, hechas con células del propio paciente, capaces de prolongar la vida de personas desahuciadas por cáncer. La originalidad y proyecciones del trabajo justifican el aporte del Fondef, y de la empresa privada, para continuar con el proyecto en mayor escala.
Células malignas diseminadas en diversos órganos (metástasis) y no más de seis a doce meses de vida era el diagnóstico que habían recibido quince pacientes de entre 18 a 65 años, afectados por un tipo de cáncer de piel denominado melanoma. Por ello, nada tenían que perder cuando aceptaron someterse a un tratamiento experimental encabezado por dos profesionales chilenos, un doctor en ciencias médicas, titulado en Suecia, y un cirujano oncólogo, los que en 1999 se unieron con el propósito de desarrollar, en el Laboratorio de Inmunología Antitumoral de la Universidad de Chile, vacunas biológicas de última generación contra esta maligna enfermedad y aplicarlas en seres humanos.
El resultado de la primera fase fue tan exitoso y esperanzador, que el Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y tecnológico (Fondef) asignó al proyecto un monto de $310 millones para seguir trabajando. El aporte estatal permitirá continuar la investigación bajo los estándares exigidos a nivel internacional. Para ello, debieron ampliar e implementar, con tecnología de punta, el laboratorio con que contaban en la Facultad de Medicina Norte de la Universidad de Chile, el que será inaugurado a fines de este mes, convertido ahora en un laboratorio de alta seguridad.
Así, Carlos Ferrada, cirujano oncólogo de la Clínica Alemana y profesor de cirugía del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, y Flavio Salazar, académico de del Instituto de Ciencias Biomédicas de la misma casa de estudios, están dejando en claro que en el ámbito nacional se pueden llevar a cabo proyectos científicos a la par con lo que se está haciendo en naciones desarrolladas como Estados Unidos, Francia y Suecia.
Lo realizado por este equipo profesional hace que nuestro país sea el único de América Latina que trabaja en inmunoterapia celular. Por tratarse de un estudio que se encontraba en la denominada Fase I, las expectativas científicas apuntaban, principalmente, a establecer la inocuidad del método. Por esa razón, se debió escoger a pacientes que no tenían ninguna opción de vivir. “El primer objetivo del trabajo era demostrar que en Chile se podía realizar un tratamiento de este nivel de sofisticación sin riesgo para la vida de las personas, y lo logramos”, expresa el doctor Ferrada. Por otra parte, se pretendía generar una respuesta inmunológica en los afectados, lo que se observó en un 60% de ellos.
Ocho de los quince enfermos tratados han visto prolongada su sobrevida. Ya llevan 36 meses desde que recibieron la inmunoterapia y se encuentran haciendo actividad normal. En dos casos se ha constatado regresión de la enfermedad, con disminución de tamaño en masas tumorales que alcanzaban los siete centímetros. “Para ellos, la mejoría de su calidad de vida ha sido sustancial –cuenta el doctor Salazar-. También desde el punto de visto psicológico la terapia ha constituido una gran ayuda”.
No obstante, si se pretende hablar de curación, las investigaciones hechas a nivel mundial reflejan, hasta ahora, un 15% de posibilidades de cura real del cáncer en estado avanzado. En el caso de Chile, se trabajó con enfermos que presentaban melanoma tipo IV, es decir, en el último estado de gravedad. “La idea es aplicar tratamiento profiláctico a quienes tienen alto riesgo de hacer metástasis. En esos casos, suponemos que la efectividad de la terapia inmunológica puede evitar que se llegue a ese proceso en un 70% a 80% de los casos”, explica el oncólogo.
Terapia génica, esperanza real
“Hace unos 25 años este tipo de cáncer era visto como una enfermedad rara”, expresa el cirujano para referirse al melanoma”, considerado como el cáncer que más incremento ha experimentado en el mundo durante las dos décadas pasadas. Su avance ha sido exponencial, desconociéndose la causa, aunque guarda cierta relación con el aumento de la radiación solar. Se inicia siempre por un lunar que comienza a crecer y a cambiar de forma y color, luego se ulcera y finalmente se maligniza. “En mis últimos diez años de labor he recibido más de 700 casos –explica el especialista-. Se trata de una patología muy caprichosa, que puede hacer metástasis un año después, como también cuando han transcurrido cinco años o más”.
Frente a un lunar de estas características, es de rigor pedir una biopsia. Si el resultado es positivo, el tratamiento habitual es la cirugía y luego la radioterapia o quimioterapia, dependiendo de las características de cada caso. Modernas técnicas quirúrgicas, trasplantes, nuevos fármacos y mejores métodos de irradiación están permitiendo combatir este flagelo con resultados promisorios. Pero a pesar de los avances, algunas células malignas sobreviven a estas terapias y se diseminan en el organismo, lo que hace necesario generar nuevos tratamientos como la inmunoterapia, que consiste en manipular el sistema inmune utilizando células propias de cada paciente, previamente modificadas”.
Para lograrlo, se utiliza sangre de la misma persona afectada. De la muestra, se separan los glóbulos blancos, denominados leucocitos, constituidos por monocitos y linfocitos. Luego se aíslan poblaciones de monocitos, los que se cultivan en laboratorio, estimulados por pequeñas proteínas conocidas como citoquinas. Lo que se busca con este proceso es convertirlas en células dendríticas, que se caracterizan por su forma estrellada. Posteriormente, se las sensibiliza con extractos de células tumorales, propias o ajenas, que luego se reinyectan por vía subcutánea, a intervalos de diez días, para provocar una respuesta inmunológica contra las células malignas. De esta manera, la ingeniería genética hace el milagro de transformar células inertes en células activas contra este mal.
El método no guarda ninguna relación con el concepto típico de vacuna posible de aplicar masivamente. “Esto es terapia génica –puntualiza el doctor Ferrada-. Con el descubrimiento del genoma humano viene una revolución muy profunda en la medicina. En los próximos cinco años cambiará radicalmente todo lo que es diagnóstico tumoral y su implicancia en los tratamientos. Lo que nosotros estamos haciendo es un trabajo pionero en el país de lo que será el futuro en terapia del cáncer, los tratamientos biológicos y génicos también son aplicables a muchas otras enfermedades”, aclara el facultativo.
Con el aporte del Fondef, el equipo se apronta a iniciar la segunda etapa de la investigación, a partir del 1 de octubre. Para ello, cuenta con 45 pacientes, de los cuales quince están afectados por melanoma en un menor grado de avance, un número igual será tratado por carcinoma real y el resto por linfoma no Hodgking, cáncer que afecta a los ganglios.
Flavio Salazar destaca las posibilidades que esta investigación brindará en un futuro no tan lejano. A su juicio, dentro de cinco a diez años estarán en condiciones de tratar el cáncer de mama, de próstata y ovárico. “Contamos con un laboratorio GMP (Good Manufacturing Practices) acreditado por el Instituto de Salud Pública, ISP, que contará con todas las normas y estándares internacionales que regulan a estos recintos. Allí trabajarán expertos en congelar y manipular células y producir vacunas”.
Beneficios para todos
En un proyecto de este tipo, especialistas de diversas áreas avizoran un futuro que traspasa lo que es el beneficio directo a los enfermos. En nuestro país, las expectativas que se generan son muy altas. “Si todo marcha según lo esperado, el potencial económico de esta investigación se proyectará más allá de las fronteras nacionales, produciendo un impacto regional de gran envergadura”, expresa el doctor Salazar.
Así lo entendió el Fondef al destinar los 600 mil dólares que irá entregando por etapas, dentro de los próximos tres años, y así lo estiman también dos empresas privadas que se han asociado al estudio aportando un total de $100 millones. Se trata de Oncobiomed Ltda. y Tecnofarma S.A., ambas dedicadas a tratamientos oncológicos.
“Esto tienen una importancia estratégica para el desarrollo del país. Si observamos el nivel de avance de nuestra economía y analizamos los montos que se invierten en ciencia veremos que en esta área estamos por debajo de lo que debiéramos. Es indispensable aumentar la inversión destinada a investigación y perfeccionamiento profesional; sin este tipo de avance el progreso general del país se retrasa”, recalca Flavio Salazar, quien llegó en 1999 a trabajar en la Universidad de Chile desde Suecia, país que lo albergó cuando tenía 19 años de edad y en el que cursó todos sus estudios superiores. Por su formación en el extranjero, sus consideraciones apuntan a aprovechar los conocimientos y experiencia acumulada por los numerosos profesionales que viajan a completar sus estudios lejos de Chile y que regresan con muchas ideas. Puntualmente, este proyecto contó, en su primera fase, con el trabajo ad honorem de un grupo de jóvenes científicos que pusieron su entusiasmo y su valioso aporte, entre los que destacan la doctora Mercedes López, médico cirujano, especialista en inmunología clínica. Ahora, con los fondos recibidos, se les pudo contratar, valorizando así su gestión.
A juicio del doctor Ferrada, llevar a cabo tareas de este nivel constituye la obligación de quienes, como ellos, se encuentran en los estratos culturales y profesionales más altos. Enfatiza en que concretando labores creativas como ésta se encuentra la verdadera vía de solución a nuestros problemas de país. “Queremos demostrar que en Chile se pueden hacer cosas de vanguardia y que en alianza con empresas privadas es posibles crear ciencia y tecnología. Esta es la única forma de salir de la pobreza”, concluye el médico.
Revista Ercilla
1 de septiembre de 2003
página 44
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