Publicado 27-10-2003
Facultad de Agronomía de la PUCV trabaja en Los Andes y Quillota, entre otras zonas, probando variedades que resistan el clima e ingresen al mercado.
El cultivo del cerezo requiere de temperaturas para poder tener una adecuada floración. En general, todos los árboles de hoja caduca necesitan acumular frío durante el invierno, en el caso de este frutal, expertos siempre señalaron que necesitaba entre 900 y 2000 horas frío para producir de manera correcta.
En el país las plantaciones de cerezos se ubican preferentemente en regiones centro-sur. La zona centro, en cambio, prácticamente quedaba invalidada y con un escaso número de hectáreas dedicadas a la producción, debido al factor climático. Por ejemplo, el calle de Quillota no acumula más de 500 horas de frío invernal en el período de mayo a julio, por lo que la posibilidad de plantar cerezas con éxito era nula.
Sin embargo, a mediados de la década de los 90 comienza la introducción de nuevas variedades de California, Italia, Francia, entre otras, que presentaban condiciones más adaptables a la falta de temperaturas bajas. Había que experimentar para determinar si era posible producir con menos frío y determinar que variedades se adaptaban mejor a los valles centrales.
El área de fruticultura de la Facultad de Agronomía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso asumió el desafío y comenzó la investigación.
En 1995 se hace el primer estudio en Quillota en una hectárea donde se plantaron nuevas variedades y las producidas en el país. Hoy no sólo ya se cuenta la tercera cosecha, sino que los estudios se extendieron a la creación del proyecto “Nuevas oportunidades para la producción intensiva y precoz de cerezas”, recientemente aprobado por Fondef y que tiene como objetivo ampliar la evaluación de variedades, portainjertos y sistemas de conducción en Los Andes, Quillota, Rancagua y Curicó.
Fruto en alza
Durante años el cultivo del cerezo estuvo estancado. En promedio no había más de tres mil hectáreas en el país, cifra que en las últimas tres temporadas ha subido a más del doble (7.000 ha.). Anteriormente, la tendencia era plantar en densidades bajas, lo que se traducía en un cultivo lento, que no comenzaba a producir antes de la séptima temporada.
Con las técnicas de manejo aplicadas por la Facultad de Agronomía y con la ayuda de expertos internacionales se logró que el cultivo pueda cuajar a partir del tercer año y con una etapa de cosecha más tempranera de la que tiene la Séptima Región, zona que concentra mayoritariamente el potencial de este fruto y que comienza a producir en diciembre.
Otro objetivo es aumentar la producción del país, que alcanza las 32 mil toneladas, de las cuales 10.000 se exportan. En promedio, la producción nacional alcanza a cinco toneladas por hectárea, cifra considerada baja tomando en consideración que se podría llegar a cosechar entre 10 y hasta 15 toneladas por hectárea.
La ventaja de plantar en Los Andes o en Quillota pasa por salir antes con la fruta al mercado (primera semana de noviembre). “Hace algunos años era impensable que la cereza se pudiera producir en una zona de este tipo de clima. Comprobamos que sí se puede y ahora nuestra idea es determinar hasta qué nivel podemos llegar”, explica Eduardo Gratacós, profesor de fruticultura de la PUCV y encargado de ejecutar el proyecto.
Experiencia andina
La Facultad de Agronomía de la PUCV creó en 2000 la estación experimental El Guindal de Los Andes, y ya al año siguiente se plantaron dos hectáreas de cerezos con el objetivo de evaluar variedades, portainjertos y tres sistemas de conducción (v-trellis/solaxe/multiejes).
Para evitar la acrotonía (tendencia a brotar en las puntas) se hicieron tratamientos para estimular la floración en un terreno donde el invierno sólo se manifiesta entre junio y agosto. El resultado de esta experimentación fue considerado exitoso, luego de que se consiguiera un porcentaje de brotación superior al 80 por ciento, guarismo elevado si se considera que en condiciones naturales ésta no hubiera superado el 15%.
Un aspecto positivo ligado a este cultivo es la generación de empleos. La cosecha de cerezos se produce antes del período de maduración de la uva de mesa en el valle del Aconcagua, situación que permite una mayor continuidad al empleo de mano de obra temporal.
El Mercurio de Valparaíso – Mundo del Agro
27 de octubre de 2003
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