Publicado 12-08-2010
Agosto, 2010. Desde 2004, el ingeniero eléctrico Pablo Irarrázaval y su equipo han estado trabajando en la producción de jaulas que aíslan herméticamente a los equipos de resonancia magnética. Hace diez años, un grupo de investigadores UC iniciaba un proyecto Fondef destinado a mejorar la resonancia magnética cardiaca. Fuente: PUC Fue el comienzo de una serie de otros proyectos y desarrollos, entre los que estaba el blindaje electromagnético o jaulas de Faraday. Estas “jaulas”, como se las conoce desde que el físico y químico británico las descubrió en el siglo XIX, evitan que ondas electromagnéticas penetren desde el exterior a la sala de los equipos de resonancia magnética.
Según Pablo Irarrázaval, profesor que lidera el grupo de profesionales del área, el proyecto surgió después de tener que sortear varios escollos en la instalación del equipo en el entonces Centro de Investigación en Resonancia Magnética del Centro Médico San Joaquín, hoy Centro de Imágenes Biomédicas. “Partimos con la idea de hacer un blindaje de calidad alemana a precio latinoamericano”, señala.
A partir de 2003, esa idea comenzó a crecer al interior de Dictuc y se transformó en una industria que diseña, fabrica e instala blindajes (se fabrican de cobre, aluminio o acero) de altísima calidad, mayoritariamente para exportación. La particularidad es que se trata de paneles modulares prefabricados que se ensamblan, y que incluyen puertas, ventanas y filtros. Adicionalmente, ofrecen otros servicios como mediciones de campo y planificación de sitios. No sólo se construye la jaula para detener las ondas electromagnéticas, sino que, a diferencia de la competencia, los profesionales conocen en profundidad el tema de la resonancia magnética y asesoran ellos mismos los proyectos. Este desarrollo, sin embargo, no ha estado exento de problemas. Ha sido un camino difícil, según Irarrázaval, en especial en lograr la certificación de las jaulas por parte de los fabricantes de resonadores magnéticos.
Pese a que no son los proveedores más baratos, y que las jaulas cuestan entre 30 y 70 mil dólares, fueron conquistando clientes, y actualmente la industria maneja el 30% de los mercados de México al sur, y sus productos están comenzando a incursionar en Europa (España, Portugal y Holanda).
El sostenido crecimiento y el volumen de actividad de la industria impulsaron la salida del campus San Joaquín en busca de instalaciones más amplias en zonas aledañas. En la empresa de blindajes y servicios Tekemi participan Dictuc, (de la Universidad Católica), Pablo Irarrázaval, y un grupo de socios.
Con 25 personas en total, el año pasado la industria vendió 2 millones de dólares a clientes del área de la salud. “Nuestro plan de crecimiento es fuerte, y ahora estamos concentrados en Europa”, dice Irarrázaval. Hasta esos mercados llegan los containers con las jaulas y luego viaja un grupo de tres personas (ingeniero, técnico supervisor y ayudante) que las instalan en aproximadamente diez días.
En este negocio el control de calidad del producto es esencial. Las jaulas deben ser completamente herméticas para que las ondas electromagnéticas de los celulares, la radio o la televisión no entren a la sala e interfieran con la pequeñísima señal que emite el cuerpo humano durante la resonancia magnética.
INFORMACIÓN PERIODÍSTICA
Ana María Bolumburu, periodista, [email protected]
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