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El cerebro, entre ciencia e ideología

Publicado 25-08-2010

NEUROBIOLOGÍA

[25/08/2010] Entrevista publicada en “Research EU”- Revista del Espacio Europeo de la Investigación y realizada por Mikhaïl Stein.

Catherine Vidal, neurobióloga, Directora de Investigación en el Instituto Pasteur (Francia), no se limita a sus trabajos fundamentales (sobre el dolor, la memoria o las enfermedades neurodegenerativas, entre otros). Esta especialista del cerebro también se dedica a la divulgación de la ciencia y a las relaciones de ésta con la sociedad.

Comencemos por una pregunta abrupta: ¿el cerebro tiene un sexo?
Paradójicamente, la respuesta científica es: sí y no. Sí, porque el cerebro controla las funciones de reproducción. Por lo tanto, los cerebros de los machos y de las hembras no son idénticos, y esto ocurre en todas las especies, incluida la nuestra, ya que la reproducción sexuada implica sistemas hormonales y comportamientos sexuales diferentes, controlados por el cerebro.
Pero la respuesta también es no, porque si se consideran las funciones cognitivas, observamos antes que nada una gran diversidad cerebral, independientemente del sexo. De hecho, para que emerja el pensamiento, el cerebro debe ser estimulado por el entorno. Cuando nacemos, sólo el 10% de nuestras 100 mil millones de neuronas están conectadas entre sí. El 90 % de las conexiones restantes se van construyendo progresivamente a merced de las influencias de la familia, la educación, la cultura y la sociedad. De este modo, en el transcurso de su desarrollo, el cerebro va integrando elementos externos asociados a la historia de cada uno. Es lo que se denomina plasticidad cerebral. Por ello, cada persona tiene un cerebro diferente. Y las diferencias entre los individuos del mismo sexo son tan importantes que son más significativas que las existentes entre los sexos.
En realidad, su pregunta encierra el problema fundamental de determinar la parte innata y la adquirida en los comportamientos – una cuestión esencial discutida por los filósofos y los científicos desde hace siglos. En la actualidad sigue siendo un tema muy impregnado de ideología y que interesa enormemente a los medios de comunicación.

Precisamente, los medios de comunicación a menudo se hacen eco de estudios según los cuales la especialización cerebral es diferente en los hombres y en las mujeres. Por ejemplo, según ellos, sólo las mujeres realizan las funciones del lenguaje con ambos hemisferios. ¿Qué piensa usted de esto?
Las teorías sobre las diferencias hemisféricas entre los sexos en el lenguaje empezaron hace más de treinta años. No han sido confirmadas por los recientes estudios de conformación de imágenes cerebrales que permiten ver el funcionamiento de un cerebro activo. Estas teorías a menudo se basaban en observaciones realizadas con muestras muy pequeñas (a veces, con una decena de personas)… Seguimos citando estos estudios mientras que existe otra realidad científica contemporánea muy distinta. Así, los metanálisis, que sacan conclusiones del conjunto de experimentos publicados en la literatura científica y que se refieren a varios centenares de hombres y de mujeres, revelan que estadísticamente no existe diferencia significativa entre los sexos en la distribución hemisférica de las áreas del lenguaje. Esto se explica porque las localizaciones de estas zonas del lenguaje varían mucho de un individuo a otro, y dicha variabilidad es más significativa que una posible variabilidad entre los sexos.

Otro prejuicio: el cerebro masculino sería más apto para los raciocinios abstractos, en particular, para los matemáticos.
Estas concepciones no tienen ningún fundamento biológico, como lo ilustran dos estudios importantes publicados el año pasado en la revista Science. Ya en 1990 se hizo una primera investigación en los Estados Unidos, y se refería a una muestra de 10 millones de alumnos. Estadísticamente hablando, los chicos tenían más éxito que las chicas en las pruebas de matemáticas. Algunos habían interpretado este resultado como la prueba de una ineptitud del cerebro femenino en este campo. La misma investigación, realizada en 2008(1), reveló esta vez que las chicas obtenían resultados tan buenos como los chicos. ¡No cabe imaginar que hubiera habido, en menos de dos décadas, un cambio genético que les hubiera hecho más dotadas para las matemáticas! Estos resultados simplemente se deben al desarrollo de la enseñanza de las ciencias y a la mayor mezcla entre sexos en las ramas científicas. Otro estudio(2), realizado en 2008 a aproximadamente 300.000 adolescentes de cuarenta países, reveló que cuanto más favorable fuera el entorno para la igualdad entre los hombres y las mujeres, más chicas obtenían buenos resultados en las pruebas matemáticas. En Noruega y en Suecia, los resultados fueron comparables. En Islandia, las chicas superaban a los chicos, pero éstos ganaban en Turquía y en Corea.

A menudo se esgrime un argumento para explicar la desigualdad de los resultados en matemáticas: que los hombres realizan mejor las tareas de tipo geométrico en las tres dimensiones del espacio. ¿En qué se basa esta idea?
En efecto, una serie de trabajos de psicología experimental revelan que obtienen mejores resultados en pruebas de representación mental de objetos tridimensionales. Pero no precisan la influencia del contexto que determina estos distintos resultados entre hombres y mujeres. Si, antes de realizar esta prueba en una clase, se anuncia a los alumnos que se trata de un ejercicio de geometría, los chicos generalmente obtienen mejores resultados. Pero si se le dice al mismo grupo que se trata de una prueba de dibujo, los resultados de las chicas serán similares a los de sus compañeros. Estos experimentos revelan claramente que la autoestima y la interiorización de los estereotipos de género desempeñan un papel crucial en los resultados obtenidos en este tipo de pruebas.

Finalmente, ¿cuáles son los desafíos de las investigaciones sobre las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres?
La investigación de por qué se producen estas diferencias, más allá de su simple descripción, es algo apasionante. Puede explicarse por la biología, pero sobre todo por la historia, la cultura, la sociedad… Uno de los grandes avances de las investigaciones en neurobiología es haber revelado las extraordinarias capacidades de plasticidad del cerebro. Ya no se pueden esgrimir las diferencias biológicas entre los sexos para justificar la diferente distribución de roles entre los hombres y las mujeres en la sociedad.
Pero esta visión “predominantemente biológica” sigue gustando, porque representa una especie de aprobación científica ante la existencia de manifiestas desigualdades. Así, ¿como vamos a apoyarnos en la teoría de la evolución para explicar que los hombres supuestamente se orientan mejor en el espacio porque, en tiempos prehistóricos, salían a cazar los mamuts mientras que las mujeres se quedaban en la cueva ocupándose de los niños? ¡Esta argumentación es completamente especulativa: nadie estaba allí para saber si esto era así! Y los especialistas de la prehistoria dirán que ningún documento (fósiles, pinturas rupestres, sepulturas, etc.) revela tales precisiones sobre la organización social y la distribución de las tareas de nuestros antepasados.

¿Cómo explica usted que se haya reavivado el interés por estas cuestiones, desde hace dos décadas?
Primero, porque estos estudios pueden tener visibilidad en los medios de comunicación, un aspecto que por desgracia interesa a los editores de las revistas científicas, incluyendo las más prestigiosas. Segundo, por el desarrollo de las técnicas de conformación de imágenes cerebrales, que dio un nuevo aire a las viejas teorías sobre la desigualdad entre los hombres y las mujeres, explicadas por las diferencias en sus cerebros. Pero, como ya he dicho anteriormente, cuanto más avanza la conformación de imágenes cerebrales, más comprobamos el papel crucial de la plasticidad del cerebro y la variabilidad de su funcionamiento de un individuo a otro, independientemente de su sexo.
Siento que estudios cuyo valor científico es discutible sigan teniendo tanta repercusión. Pero otros elementos me hacen ser más optimista. Si el premio Nobel de Fisiología y Medicina 2008, que recompensaba el descubrimiento del virus del SIDA, fue atribuido conjuntamente a Luc Montagnier y a su principal colaboradora, Françoise Barré-Sinoussi, es prueba de que las mentalidades evolucionan. Antes sólo se recompensaba al jefe del laboratorio… Recuerdo a Rosalind Franklin, biofísica británica que desempeñó un papel crucial en el descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN, pero cuyos trabajos fueron recuperados por James Watson y Francis Crick, que obtuvieron el Nobel de Fisiología y de Medicina en 1962. Estamos ante una verdadera concienciación sobre el papel de las mujeres en la investigación. Pero esta evolución es lenta. Por desgracia, la creencia de que se producirá un cambio es más fuerte que el propio cambio…

1.C.Guiso et al., Culture, Gender and Math, revista Science (2008), 320: 1164-1165.
2.J.S. Hude et al., Gender Similarities Characterize Math Performance, revista Science (2008), 321: 494-495

“Research EU”