Especiales

Dra. Mary Kalin, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2010 Ciencia desde las alturas

Publicado 07-09-2010

[07/09/2010] Cuando la Dra. Kalin, neozelandesa y botánica, llegó hace 32 años a Chile, la ciencia era muy distinta a lo que es hoy. Su historia está plagada de anécdotas y emociones. “CONICYT fue muy bueno, nos ayudó muchísimo porque antes no sabíamos para dónde íbamos o si podíamos terminar un proyecto”.

Mary Kalin, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2010, usa un collar que dice, entre risas, es su amuleto. Pero, al parecer, su amuleto es llamarse María. Las únicas tres mujeres que han ganado un Premio Nacional de Ciencias -galardón que se entrega desde 1970 en nuestro país- se llaman María: la astrónoma María Teresa Ruiz en 1997 (Ciencias Exactas) y la bioquímica María Cecilia Hidalgo en 2006 (Ciencias Naturales). Y ahora ella, la botánica neozelandesa Mary Therese Kalin Arroyo (65).

 

“Nunca pensé que me ganaría este premio. Fue algo muy especial, porque siendo extranjera era difícil pensar en este reconocimiento”, dice la Dra. Kalin en las afueras de su Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), que recibe fondos de CONICYT (a través del Centro de Financiamiento Basal para Centros Científicos y Tecnológicos de Excelencia) y de la Iniciativa Científica Milenio. Con dineros de CONICYT construirá un nuevo instituto, donde además de laboratorios va a tener salas de reuniones -que ahora escasean- y que servirán para conocer mejor el trabajo de las distintas áreas de investigación del IEB.

 

 

Dra. Mary Kalin, Premio Nacional de Ciencias Naturales 2010.

 

La Dra. Kalin nació en New Plymouth, una pequeña localidad que actualmente tiene 50 mil habitantes. Su madre, de 88 años -y quien sigue viviendo en Oceanía- le dijo tras enterarse del reconocimiento: “Qué bueno que una niña chica de un pequeño pueblo tenga este premio”. Porque para Kalin la educación es fundamental: “Se puede lograr lo que sea teniendo una buena educación”. Por eso más que destacar que este premio haya recaído en ella, piensa en las futuras generaciones: “Me alegro por las mujeres que vienen. Es muy importante que sepan que pueden llegar a este nivel”, comenta.

 

Y en eso puede dar cátedra. La Dra. Kalin llegó a las “barracas” de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile hace 32 años tras casarse con el diplomático nacional Manuel Arroyo, a quien conoció cuando cursaba su doctorado en la U. de California, Berkeley (en EE.UU., donde investigaba la precordillera). Mientras realizaba su postdoctorado en Nueva York, tuvo a su único hijo, Manuel. Luego de un breve paso por Venezuela (donde estudió sus bosques), decidió venirse a Chile “para que mi hijo tuviese raíces, como yo las tuve”, explica. Acá se dedicó a su gran pasión: la flora de alta montaña. Casi no hay latitud de la cordillera que no conozca.

 

Así, cual “cholita” rubia de ojos claros, partía con el ahora Dr. Manuel Arroyo-Kalin (arqueólogo) a estudiar la flora del altiplano. O a la Patagonia. “Siempre salía con él. Era bien molestoso, sacaba las ramas”, recuerda y ofrece un consejo: “Creo que las investigadoras jóvenes no deben postergar la maternidad. Aunque hay que ser sinceras, no es fácil”. Cuando le contó a su hijo del premio, dice que nunca lo había escuchado tan emocionado. Quizás porque aún faltan algunos meses para que nazca su hija, la primera nieta de la Dra. Kalin.

 

“Científicamente es muy importante la flora de alta montaña porque aún no está muy perturbada. Además es una flora muy joven, entonces es muy dinámica en la parte evolutiva. Actualmente estoy estudiando toda la cordillera de los Andes (con colegas de otros países) porque se dice que hay más diversidad en los trópicos que en las zonas templadas. Pero mucho de lo que se dice está errado, porque están comparando peras con manzanas”, explica.

 

Anécdotas le sobran. La primera fue cuando tenía unos seis años y en el colegio le hicieron representar el paisaje con arena, helechos y palitos. “Fue tan linda la experiencia que creo que por eso soy ecóloga”, dice.

 

Ya en Chile las anécdotas se multiplicaron. Una vez bajó, en pleno altiplano de la Región de Arica y Parinacota, muy tarde de una montaña guiándose por una vega (la zona verde). “Hacía mucho frío y nosotras estábamos en shorts. Pasó una persona que llevaba ovejas y nos paró. Mi amiga se fue en la parte delantera de la camioneta y yo, con las ovejas. Fue muy rico, estaba tan calentito. Aún recuerdo el olor. Fue precioso”.

 

También en el norte, y en búsqueda de sus amadas plantas, no vio un letrero que decía “campo minado”. “Señoritas, uds. tienen mucha suerte”, les dijo un militar. Y así fue: las minas eran antitanques y no antipersonales.

 

Esta hija de agricultor recuerda sus inicios en la ciencia nacional con una huincha de medir que compró en La Vega. “Yo creo que acá siempre ha habido muy buena gente en ciencias, como Mario Luxoro, un gran hombre (también Premio Nacional de Ciencias Naturales, en el año 2000). Eran personas muy dedicadas”. Y añade: “CONICYT fue muy bueno, nos ayudó muchísimo porque antes no sabíamos para dónde íbamos o si podíamos terminar un proyecto. Los últimos 20 años, incluso más que eso, ha sido bastante estable y bien organizado”.

 

 

Ignacio Sánchez Díaz, Rector Pontificia Universidad Católica de Chile; Víctor Pérez Vera, Rector Universidad de Chile; Mary Kalin; Joaquín Lavín Infante, Ministro de Educación; Nibaldo Inestrosa Cantín, último galardonado y Juan Alfonso Asenjo de Leuze, representante de la Academia Chilena de Ciencias del Instituto de Chile.

 

Pero no todo en la vida de la Dra. Kalin es ciencia. Todos los fines de semana pedalea 20 kilómetros entre su casa de La Reina y Providencia ida y vuelta. “Andar en bicicleta me sirvió para descubrir la arquitectura de la ciudad, verla con otros ojos. De todas maneras recomiendo andar en bicicleta”, dice. Además tiene fama de buena bailarina. Aunque, lamentablemente, su marido parece no seguirle en el ritmo.

 

La Dra. Kalin no se ha nacionalizado chilena, aunque una vez tuvo todos los papeles en la mano: “Tengo la mala suerte que nunca aprendí castellano en el colegio y por la montaña no tuve tiempo de tomar clases. Entonces siempre he tenido un acento muy fuerte y la gente siempre me lo dice y cuando sucede eso, me recuerda que soy extranjera. Pero ahora siento que es el momento de nacionalizarme”.