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Nuevos ricos gracias a los microbios

Publicado 16-10-2004

Le salió gente al paso al biotecnólogo chileno Pablo Valenzuela. Mientras él todavía no lanza a la venta su vacuna de ADN para atacar la peor enfermedad que afecta a los salmones, la multinacional Diversa hace un mes tiene la suya en el mercado nacional.

 

Viene con buenas credenciales: en las pruebas de campo todos los sujetos vacunados sobrevivieron y sanaron, contó en el XII Simposio Internacional de Biotecnología el vicepresidente de la firma, Eric J. Mathur.

 

Desde su cuartel general en San Diego, California, los expertos de Diversa viajan a los puntos más exóticos tras microbios. Chimeneas hidrotermales del fondo marino, suelos ácidos, sedimentos, sitios industriales contaminados, valles antárticos, tundras, selvas y desiertos se cuentan entre sus sitios de trabajo.

 

Cada muestra concentra un microcosmos de poblaciones. Los expertos obtienen de ellas el material genético que posteriormente fragmentan y vuelven a juntar, dando lugar a verdaderas bibliotecas de genes.

 

Lejos en Siberia

 

A partir de esta información desarrollaron productos que les reportaron 3 millones de dólares, sólo el punto de partida para los retornos de 96 millones que proyectan apenas en cinco años más.

 

Uno de los más exitosos lo consiguieron en la península Kamtchatka, Siberia Oriental, Rusia.

 

“En la zona volcánica obtuvimos ejemplos de sedimento lodoso, extrajimos todo el ADN y lo clonamos. A partir de esa muestra descubrimos una variedad de la enzima xilanasa que será muy útil para la industria de la celulosa”, comenta.

 

Mathur explica que esa industria pierde 2 mil millones de dólares anuales en químicos clorados para remover los pigmentos de la pulpa del papel.

 

La luminaza, la enzima desarrollada a partir de la muestra rusa, dice, podrá reducir el uso de esos tóxicos químicos en 28 por ciento. Las primeras ventas están programadas para fines de este año, “lo que, de paso, representará un royalty muy significativo que retornará a Rusia”.

 

En Chile, el Dr. Rafael Vicuña, de la Universidad Católica, ha trabajado desde 1991 en un proyecto Fondef con enzimas semejantes para reducir la lignina residual de la pulpa sin usar cloro.

 

Cuenta que lograron blanquear exitosamente la pulpa durante meses en la planta de Celulosa Arauco, pero por una modificación en el proceso, que obligó a la pulpa a circular a mayor temperatura, debieron detener la aplicación, pues la enzima es sensible al calor. “Desde entonces Celulosa Arauco está atenta a que el mercado produzca una enzima resistente y el producto de Diversa podría ser la clave”, opina.

 

Otra enzima modificada de fitasa, que Diversa identificó a partir de una bacteria encontrada en Alaska, está mejorando drásticamente en pollos y cerdos la tasa de conversión de alimentos en energía. Ya está a la venta.

 

En Ghana, uno de los países más pobres pero también con una rica biodiversidad, desde las hojas de un helecho recuperaron una enzima que mejorará la fragancia de los perfumes.

 

Primicia mundial

 

La historia con los salmones tiene que ver con otro “joint venture”, esta vez con Bayer. Su objetivo fue el devastador Síndrome Rickettsial del Salmón (SRS).

 

A diferencia de otras vacunas que emplean virus, Diversa y Bayer apostaron por la técnica del ADN recombinante (formado al intercalar segmentos de ADN extraño en otro receptor), con material obtenido a partir de sus prospecciones.

 

El Servicio Agrícola y Ganadero aprobó su importación y venta. Por ahora, Chile es el único país donde la comercializan.

 

Tanta bioprospección y buenos resultados no es visto con muy buenos ojos por los ecologistas y algunos científicos que critican que se patenten enzimas.

 

Mathur responde que el lodo de una muestra está en el medio ambiente y sin la tecnología que ellos poseen seguirá siendo sólo eso. “Nosotros hemos invertido 10 millones de dólares en 10 años para contar con la tecnología que transforma ese lodo en un producto. Le dimos valor agregado”.

 

Aclara, además, que su trabajo es consistente con la convención de biodiversidad biológica, ratificada ya por 188 países y que otorga a cada una de ellas derechos soberanos sobre sus derechos genéticos y bioquímicos.

 

“Pensamos que antes de recolectar ejemplos, comercializarlos como productos y obtener ganancias, es preciso un adecuado marco legal y que la nación fuente también obtenga beneficios en la forma de royalties”, dice. Enfatiza que sólo concurren a países que apoyan su investigación.

 

Más que dinero

 

A Rusia, por ejemplo, llegaron en el marco de un programa del Departamento de Energía de EE.UU. para redirigir los proyectos de armas biológicas a otro tipo de investigación y mantener así ocupados a los científicos.

 

Destaca que no todo pasa por ganar dinero. Les gusta trabajar con gente joven, formarla y que desarrollen laboratorios. En Costa Rica, una de sus primeras experiencias, financiaron el laboratorio y apoyan al instituto Inbio.

 

También apoyan a la gente local. “Antes que llegáramos, los pequeños agricultores destruían el bosque. Los contratamos y pedimos que buscaran ejemplos interesantes de hongos u otras muestras y nos las entregaran. Los bautizamos como ‘parataxónomos’. Ahora ellos, en lugar de destruir y obtener ganancia a corto plazo, cuidan su ambiente y, de paso, traen muestras”.

 

La Receta

 

A través de millones de años de selección natural, los microbios han desarrollado características mucho más específicas que las que poseen las plantas y animales de mayor tamaño.

 

Es así como algunos son capaces de sobrevivir a muy altas temperaturas y tolerar ambientes que resultan tóxicos para otros seres superiores. La clave de esta proeza está en sus genes y las enzimas específicas que sintetizan.

 

A través de ellas la biotecnología busca conseguir suelos más fértiles, limpiar el ambiente, obtener oxígeno, desarrollar vitaminas y fármacos, o también mejorar la calidad alimentaria.

 

Fuente: El Mercurio

Fecha: 26/10/04

 

https://www.conicyt.cl/bases/fondef/PROYECTO/91/I/D91I1049.HTML

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