Noticias

Sexismo en las ciencias

Publicado 16-03-2005

¿Por qué hay menos mujeres científicas o matemáticas de alto nivel? Las explicaciones van desde causas culturales y discriminación académica, hasta algunas hipótesis, muy resistidas, que la presentan con una menor capacidad de razonamiento científico-matemático. Quisimos saber, a través de la experiencia de algunas científicas chilenas, cuál es la realidad acerca de este tema en nuestro país.

 

 

Irene Mikenberg recuerda nítidamente de su infancia los momentos en que su padre, un doctor en agronomía que trabajaba para las Naciones Unidas, les planteaba problemas matemáticos y físicos por igual a ella y a su hermano, sin ningún tipo de diferencias. “Al final salimos los dos científicos”, concluye Irene, doctora en 1978 en Ciencias Exactas y hoy profesora titular de Matemáticas de la Pontificia Universidad Católica. Una ocupación que Irene, treinta o cuarenta años antes, simplemente no hubiera tenido la oportunidad de seguir, ya que era una sociedad en que las mujeres eran enfermeras o profesoras básicas. Esa era la escasa gama de profesiones liberales que ofrecían las elitistas universidades a las mujeres. Una época en que también las teorías raciales, eugenésicas o discriminatorias abundaban. Una de ellas era que las mujeres tenían una menor capacidad de razonamiento matemático y científico que los hombres. Esta idea se daba por sentada y no provocaba mayores cuestionamientos en gran parte de la sociedad.

 

Avance femenino

 

Con el correr de los años, esta situación fue variando. Así como Irene, muchas mujeres se aventuraron a estudiar y hacer parte de su vida un segmento del saber que era considerado por la sociedad una esfera propia de los hombres. Fue un cambio paulatino que en Chile, a la luz de todas las estadísticas, promete seguir avanzando, echando por tierra cualquier teoría genética que ponga en interrogante su inferior capacidad matemático-científica.

 

En nuestro país, del total de postulaciones en las carreras de pregrado vinculadas a las ciencias naturales y matemáticas, el 53% son mujeres. Esta cifra corresponde a la última estadística, la de 2005, que maneja el Consejo de Rectores con datos de las 25 universidades tradicionales del país. Ciencias Naturales y Matemáticas corresponde a las carreras de Biología, Bioquímica, Estadísticas, Física, Geología, Matemáticas y Química.

 

En las matrículas de doctorado en la misma área y con igual año de referencia, la cifra de mujeres disminuye un poco, alcanzando el 41%. Esto indica que, a pesar de lo que uno pudiera pensar, las mujeres no desertan en pregrado y no todas siguen los pasos de la docencia secundaria.

 

Otra cifra reveladora que confirma el ascenso de la mujer en el área científico-matemático es la arrojada por el porcentaje de mujeres investigadoras en ciencias y tecnología básica, entregado por el Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (Conicyt). En 2002 llegó al 30,6%, siendo que hace sólo 15 años era sólo del 6,6%. La participación de las mujeres baja a 15,5% en el caso de la ciencia y tecnología aplicada, medición hecha en 2003 por el Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef).

 

Por último, para coronar con un nombre esta relativa alza, tenemos el Premio Nacional de Ciencias otorgado a la astrónoma María Teresa Ruiz en 1997 por su esencial labor en el desarrollo de la ciencia de las estrellas.

 

Pero para llegar a estos sorprendentes resultados muchas mujeres debieron sufrir un difícil camino para ser aceptadas en esta área como sus iguales por los hombres. Diana Comte, hoy doctora en Geofísica y profesora de la Universidad de Chile, cuenta que algunos profesores hombres de la época manifestaron su preocupación por su participación en los trabajos de terreno que tenían que realizar junto a un grupo compuesto sólo por hombres. “Los mismos distinguidos profesores que inicialmente estaban preocupados se sintieron muy satisfechos con mi trabajo, incluso uno de ellos a modo de halago me dijo que él debía reconocer que yo había trabajado como todo un hombre, a lo que yo le respondí que su cumplido lo expresaba con una gentileza de toda una mujer”. Irene Mikenberg precisa que en su época de estudiante de ingeniería estaba solamente con otra mujer en un curso de 150 hombres.

 

Las mujeres docentes coinciden en sostener que hoy en las distintas facultades científico-matemáticas de nuestro país no hay discriminación o por lo menos personalmente no la sienten. Para la doctorada en Física y profesora de la Universidad Católica María Cristina Depassier, la palabra no es exactamente discriminación, sino más bien es sentirse fuera de lugar. “Es como si un hombre fuera al té de las mamás del colegio. Una al principio se siente rara. Pero a mis años ya estoy acostumbrada”. La diferencia, para la doctora en Biología y académica de la Universidad de Chile Cecilia Vergara, más bien estriba en los cargos directivos que en estas áreas en su mayoría son ocupados por hombres; aun así siente que esto no es un problema. “Creo que simplemente las mujeres no quieren estar en posiciones directivas, porque les da mayor libertad para investigar y dedicarse a sus familias”.

 

Una participación más baja ostentan las mujeres en el área de la tecnología. Ésta corresponde a carreras de conocimientos científicos, tales como las ingenierías, la eléctrica, la construcción y la computación. El sexo femenino corresponde al 17% en pregrado y al 23% en los postgrados. Pero en este espacio, al igual que el de las ciencias, poco a poco también ha ido aumentado la presencia de mujeres. Según datos de la Fundación de Ingenieros de la Universidad Católica, entre 1981 y 1990, del total de egresados de ingeniería, el 7,9% eran mujeres, mientras que en el período 1991-2004 el porcentaje aumentó a 20,4%. En la Universidad de Chile, el porcentaje de participación de pregrado también oscila alrededor del 20%, mientras que las docentes mujeres de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de esta misma casa de estudios, según datos de su oficina de difusión, representan el 13,8% del total de los académicos. Diana Comte percibe con agrado cómo cada vez más se ha ido reduciendo la diferencia. “En general, las alumnas que han seguido los cursos que dicto son más ordenadas y sistemáticas que los alumnos, pero en el caso de las memorias y tesis dirigidas, la gran mayoría han sido varones y ellos han sido extraordinarios”. Cecilia Vergara percibe sutiles diferencias en cuanto a habilidades matemáticas que se dan entre los géneros, “pero son aspectos generales y al final cada individuo hace su propia historia”.

 

Especialistas de nuestro país coinciden en señalar que el mayor número de hombres en carreras matemático-científicas se debe a un importante componente cultural, que con el paso del tiempo paulatinamente se ha ido reduciendo. Esta es la opinión del decano de Ciencias de la Universidad de Chile, Dr. Raúl Morales, quien entiende que el tema de la ciencia siempre estuvo radicado en los hombres por una cuestión histórica y laboral. “Con el desarrollo de las metodologías de trabajo y la tecnología, la participación de la mujer en el duro trabajo de campo se ha hecho más habitual. Ya no es un trabajo propio de hombres”.

 

Las explicaciones se inclinan a afirmar que todos los seres humanos somos igualmente inteligentes y más bien las diferencias se centran en la emoción y la historia que uno particularmente ha vivido. Para Humberto Maturana, doctor en Biología en Harvard todos los humanos pueden aprender lo que deseen, mientras se den las posibilidades para hacerlo y le dediquen tiempo y energía, elementos que no necesariamente todas las personas tienen. “Las áreas científico-matemáticas requieren de una gran dedicación. De día en el laboratorio y de noche en los sueños. Lo que pasa es que el ser mujer posee otros intereses que tienen relación con la posibilidad de ser madre”. Para el doctor Maturana, muchos hombres hicieron sus carreras científicas gracias a que tenían mujeres que los mantenían a costa de postergar sus estudios, cuestión que en la mayoría de las veces no eran retomados. Escenario que en el siglo XXI cada vez se está dando menos, y que marcará el ingreso definitivo de las mujeres a áreas de la sociedad que sólo 50 años atrás estaban prácticamente vedadas.

 

Harvard en el ojo del huracán

 

Desde hace un mes y medio que el mundo académico y científico está agitado por los dichos del prestigioso rector de la Universidad de Harvard, Lawrence Summers, quien especuló en una reunión académica informal, a puertas cerradas, en el Nacional Bureau of Economic Research, sobre las diferentes hipótesis que explicarían la baja participación femenina en las altas esferas de la investigación científica y matemática. El ex ministro de Hacienda del ex presidente Clinton esbozó tres posibles razones, sin antes puntualizar que hablaba de manera “descriptiva”. La primera apuntó al hecho de que menos mujeres que hombres puedan o quieran aceptar someterse al ritmo de trabajo de 80 horas semanales, no queriendo llevar la carrera científica hasta sus últimas consecuencias. La segunda, y a la que Summers dio menos peso, fue la que explica la baja participación por razones de discriminación. La tercera posibilidad es que los hombres tengan mayor habilidad innata en esos campos. Con esta última idea, Harvard y el ambiente universitario norteamericano se convulsionaron.

 

La hipótesis planteada por Summers provocó las iras de varios grupos feministas y de círculos científicos, las que el diario Boston Globe en un primer momento se encargó de resaltar. Ante este escenario, rápidamente los medios de comunicación se atiborraron de cartas de ex alumnos de Harvard, que tomaron partido a favor o en contra de Summers.

 

El rector se defendió argumentando que sus palabras fueron sacadas de contexto, pero no pudo demostrarlo en un primer instante, porque su discurso se sostuvo en base a notas y no con un texto escrito de antemano. Lo cierto es que al interior de la universidad la situación es tensa. Se ha tratado de realizar un voto de censura que finalmente no se produjo.

 

Finalmente, con una carta a la comunidad universitaria, Summers se mostraba profundamente arrepentido por el impacto de sus comentarios, agregando: “Me disculpo por no haberles tomado el peso con mayor cuidado”. Según la revista Today’s News, la fuerte reacción que han provocado las palabras de Summers se debe a que no ha apoyado fuertemente la inclusión femenina en el ámbito académico, recordando que 20 docentes se quejaron de que el número de profesoras había declinado desde que Summers está en la presidencia.

 

Un gran número de académicos opina que Summers no cometió ningún pecado al sacar al tapete un tema que viene discutiéndose con seriedad desde hace algún tiempo en la comunidad científica. Por ejemplo, Harvey Mansfield -en The Weekly Standard, en un texto que titula “Miedo e intimidación en Harvard”- se pregunta si un presidente de universidad no puede, en una reunión informal, discutir abiertamente temas de investigación sobre ciertos fenómenos sociales, ¿dónde se va a hacer entonces? Harvey concluye finalmente que se está cayendo en un dogmatismo “políticamente correcto”, por el que cualquier investigación está vedada de antemano porque puede arrojar resultados discriminatorios, transformándose en el prejuicio de explicar todo por los factores culturales o sociales y en negarse a aceptar indagaciones científicas sobre diferencias congénitas.

No son pocos los que miran con recelo los avances de la genética del comportamiento. La desconfianza nace de la posible proliferación de corrientes xenófobas y eugenésicas que recurran a conceptos científicos para defender la superioridad genética. Sin embargo, las investigaciones recientes hacen hincapié en variables socioculturales, sobre todo en el tipo de educación recibida en la familia y la escuela.

Al decir de muchas personas, Summers despertó a los demonios que estaban en el ambiente, pero que nadie se atrevía a exponer abiertamente. Ha sido tanta la conmoción, que ahora ni los US$ 25 millones que comprometió para ayudar a las minorías pueden anular lo que sus palabras causaron.

 

 

Fuente: Diario El Mercurio

Fecha: 13 de Marzo de 2005.

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *