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El cambio cultural que produjo Fondef

Publicado 08-07-2008

Santiago, 29 de julio. Durante la ceremonia de presentación oficial de los 45 proyectos adjudicados en el XV Concurso de Investigación y Desarrollo de Fondef, el rector de la Pontificia Universidad Católica, Sr. Pedro Pablo Rosso, a nombre de las Universidades, destacó la trayectoria de este Fondo. Sus palabras permiten analizar su rol e impacto en el sistema nacional de I + D.

 

Estimada Presidenta de CONICYT,

Autoridades de CONICYT,

Señores Miembros del Consejo Asesor de FONDEF,

Autoridades universitarias,

Representantes del ámbito académico y empresarial,

Señoras y señores:

 

En primer término, quisiera agradecer a las autoridades de CONICYT por haberme solicitado hacer uso de la palabra en esta significativa Ceremonia. Me siento muy honrado de estar aquí, participando en la entrega de certificados de adjudicación a los seleccionados en el XV° Concurso de FONDEF.

 

El Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico se ha transformado en uno de los programas emblemáticos de CONICYT. Creado en 1991, con el fin de promover las actividades de investigación aplicada y estimular la interacción entre las universidades y centros de investigación con el sector empresarial, es una iniciativa que ha cumplido su misión en forma muy satisfactoria.

 

Incluso, considero que las actuales políticas sobre innovación no tendrían una base operativa fuerte si no hubiera existido la experiencia de FONDEF. Mediante ella los actores que hoy participan en los procesos de innovación productiva hicieron sus primeras experiencias y desarrollaron la indispensable confianza mutua sobre la cual es posible establecer alianzas estratégicas de largo plazo. Por lo tanto, mi opinión respecto a FONDEF y el aporte que ha significado para nuestro país es inmejorable.

 

No obstante, sabemos que existen visiones que contrastan fuertemente con la mía. Al extremo que se ha llegado a decir, categóricamente, que los proyectos financiados por FONDEF no han generado nada útil para el país, que de ellos no ha surgido ningún nuevo producto o servicio de alguna significación, no se ha creado ningún “spin-off” importante, tampoco ninguna patente, pero sí muchas publicaciones ISI.

 

Es más, se repite también, con relativa frecuencia, que muchos proyectos FONDEF no fueron otra cosa que una artimaña académica para obtener, con la complicidad involuntaria de algún empresario incauto, los fondos necesarios para continuar haciendo “investigación básica”.

 

Pienso que esas críticas son injustas y reflejan un análisis más bien lineal de lo acontecido estos años con FONDEF. Tal vez, el principal error consiste en no tomar en consideración muchas realidades del contexto que existía en esos años, cuando FONDEF puso en marcha sus programas.

 

Me refiero a la escasísima vinculación que había entonces entre la universidad y la empresa, la bajísima inversión en ciencia y tecnología, la inexperiencia nacional en materias de protección de la propiedad intelectual y patentamiento y, además, la carencia de modelos exitosos que pudieran servir de paradigma.

 

Esto último es un aspecto cultural de la mayor importancia. Baste pensar lo que significó, para encender la imaginación de las generaciones sucesivas, la iniciativa de William Hewlett y David Packard, estudiantes graduados de la Universidad de Stanford, cuando -a inicios de la década del treinta- crearon la compañía que hoy continúa llevando sus nombres. Ese tranquilo valle californiano ahora es más conocido como Silicon Valley.

 

Por eso considero que quienes continúan criticando a FONDEF y esgrimiendo los indicadores antes mencionados, no han aquilatado debidamente el impacto cultural que tuvieron sus proyectos durante la década de los noventa. En esos años iniciales de existencia, FONDEF abrió los primeros caminos de vinculación entre los investigadores y los empresarios. A su vez, esto permitió, que en un segundo paso, en la década actual, pudieran surgir iniciativas de tanta importancia como los Consorcios Tecnológicos. Por lo mismo, pienso que la creación de FONDEF representa el primer paso concreto dado por nuestro país para dinamizar su sistema nacional de innovación.

 

Además, de los Consorcios, FONDEF está comenzando a dar los frutos para los cuales fue creado originalmente. Las cifras que respaldan esta aseveración son muy elocuentes. Según consta en la cuenta de CONICYT 2007, sólo en el período 2000 – 2006, los proyectos financiados por FONDEF han dado origen a cerca 1.300 nuevos productos y servicios y 30 nuevas empresas. Además, han generado más de 150 solicitudes de patentes y 10 patentes ya concedidas. Pero igualmente destacable es el hecho de que estos resultados, tan satisfactorios, fueron logrados con una inversión total -para el período- algo superior a los $ 75 mil millones de pesos. Vale decir, alrededor de 150 millones de dólares.

 

Decía que los resultados son muy satisfactorios, porque en los Estados Unidos se ha calculado que surge un “spin-off” universitario exitoso por cada 500 millones de dólares invertidos. Guardando las debidas proporciones, creo que lo que estamos logrando en nuestro país, mediante FONDEF, es un mejor rendimiento por cada dólar invertido en I+D.

 

Por eso pienso que, a pesar de las vacilaciones iniciales y los errores que se han cometido en el diseño de las estrategias nacionales de innovación, ciencia y tecnología, existen buenas razones para mirar al futuro con optimismo. La base científica de nuestro país, aunque pequeña, es sólida y, en algunas áreas exhibe una calidad reconocida a nivel mundial. Por otra parte, los sectores más competitivos de nuestra economía han adquirido plena conciencia de que necesitan innovar para continuar siendo exitosos en la arena internacional y están estableciendo vínculos con las universidades.

 

Un ejemplo ilustrativo de lo anterior son los proyectos seleccionados en el concurso XV ° que hoy recibirán sus certificados de adjudicación. Los temas incluyen una variedad de aspectos considerados prioritarios en el ámbito de la acuicultura, alimentos y minería, como también de problemas relativos a desarrollo social, como salud y educación. La mayoría de los proyectos se concentra en las tres grandes universidades de investigación y doctorados con las que cuenta nuestro país, pero una proporción muy significativa de las iniciativas seleccionadas será ejecutada por universidades regionales, situadas a lo largo de Chile. Esto último, indica la gran contribución que estas instituciones están haciendo al desarrollo de los polos económicos de las regiones respectivas.

 

Estos resultados parecen testimoniar el hecho de que, finalmente, Chile ha iniciado el proceso de transformación que le permitirá insertarse entre las economías del conocimiento. Es de esperar, entonces, que aceleremos el paso y dediquemos al desarrollo científico, tecnológico y a la innovación todos los recursos que la coyuntura histórica demanda.

 

Finalizo, felicitando a todos quienes hoy recibirán certificados de adjudicación y a las universidades e instituciones que ellos representan, deseándoles muchos éxitos, patentes, “spin offs” y también muchos papers ISI. Tengan presente la frase inspiradora de un notable innovador como Steve Jobs: “La innovación no tiene nada que ver con la inversión que uno haga en I+D. Cuando Apple salió con el Mac, la IBM estaba gastando cien veces más en I+D. No tiene que ver con plata sino con las personas.” Ustedes son ese tipo de personas.

 

Muchas gracias.

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