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Médicos ensayan sus cirugías con huesos idénticos a los de su paciente

Publicado 09-04-2009

9 de Abril, 2009. Traumatólogos y cirujanos maxilofaciales cortan y ponen placas y tornillos en réplicas exactas de los huesos que deberán intervenir. Las operaciones se acortan y los riesgos se minimizan. Fuente: El Mercurio.

 

Paula Leighton N.

 

Brocha en mano, parecen arqueólogos desenterrando huesos. Pero en realidad son ingenieros del Departamento de Ingeniería Mecánica de la U. Católica que están en una oficina rescatando de un polvo blanquecino piezas que acaban de salir de una impresora 3D.

 

Lentamente, y capa a capa, el dispositivo va dando cuerpo a fémures, mandíbulas, tibias y cráneos.

 

Estas piezas son réplicas perfectas de huesos de pacientes que deben ser operados por traumatólogos y cirujanos maxilofaciales de la universidad.

 

Los biomodelos, o “huesos de mentira”, como les dice la doctora Angélica Ibáñez, del Departamento de Traumatología de la U. Católica, se fabrican con sulfato de calcio y algunos aditivos que les dan cierta resistencia.

 

“Con esto podemos tener en la mano el hueso que tendremos que operar. Esto nos permite planificar dónde vamos a hacer los cortes, medir la longitud exacta de los clavos, modelar las placas o determinar el lugar donde estarán los tornillos”, ejemplifica la doctora Ibáñez.

 

Hace unos meses, su equipo operó las piernas a una niñita de 6 años con osteogénesis imperfecta o huesos de cristal. Había que hacer cortes en sus fémures y tibias que estaban curvados para luego introducirles un clavo o varilla metálica y así alargarlos.

 

“La primera pierna la operamos antes de tener los modelos, y la segunda pudimos planificarla con una réplica de sus huesos. La diferencia fue enorme: sabíamos exactamente dónde cortar y la longitud del clavo. La cirugía se redujo en una hora respecto de la primera pierna, lo que implica menos riesgo de infección y menos sangramiento para la paciente”, cuenta la traumatóloga.

 

El doctor Álex Vargas, cirujano maxilofacial y director médico del proyecto, emplea los biomodelos para calcular si un segmento de hueso que se quiere injertar en otra zona tiene el tamaño adecuado. También para planificar cirugías de cara donde los huesos han sufrido grandes traumatismos, y especialmente, para ajustar o dar forma a placas que se usarán al reconstruir huesos. “Antes, esto lo hacíamos en el mismo pabellón, con los huesos expuestos, el paciente sangrando y conectado a un respirador. Hoy vamos con la placa lista, lo que reduce al mínimo el tiempo que toma el procedimiento”.

 

Resina y yeso

 

En el área maxilofacial, hace tiempo que se usan biomodelos importados. “Pero tardan dos semanas en llegar, mientras que al fabricarlos aquí los tenemos en 48 horas y a un costo cinco veces menor”, destaca el doctor Vargas.

 

Para fabricar la réplica de un hueso se necesitan varios cientos de imágenes digitales de uno real. Éstas se obtienen a través de un escáner o tomógrafo (TAC), explica el ingeniero Jorge Ramos, líder del proyecto, que comenzó hace un año con financiamiento del Fondef y apoyo del Dictuc.

 

“Con un software especializado procesamos todas las imágenes y hacemos una reconstrucción tridimensional del hueso. Una vez que el médico aprueba ese modelo digital, lo imprimimos en una impresora 3D, que en lugar de tinta dispensa delgadas capas de un líquido aglomerante sobre un polvo (sulfato de calcio o yeso)”, dice el ingeniero. La pieza finalmente queda enterrada en el polvo que no fraguó, desde donde se rescata cuidadosamente, soplando aire o con brochas.

 

En este momento, el equipo está perfeccionando la fórmula con resinas y aditivos que permitan obtener huesos con la misma densidad, peso y resistencia que uno real.

 

Y los planes van aún más lejos, dice Ramos. “A futuro, queremos encontrar un material biocompatible que nos permita fabricar huesos que puedan injertarse en el cuerpo. Para eso, ya estamos analizando con médicos de la universidad el uso de células madre”. Si todo va bien, estima que en dos años ya estarían probando los primeros huesos injertables hechos en Chile.

 

Técnica pionera corrige fracturas sin pernos

 

Gerardo Pezoa tiene 22 años, es chileno y es la primera persona en el mundo que logró corregir una fractura de su mano con una técnica que promete decir adiós a los yesos, placas y tornillos usados hasta ahora para corregir huesos quebrados.

 

“Cuando el doctor me dijo que sería el primero, quedé sorprendido. ‘Cómo nadie más se atrevió’, pensé. Al principio tuve dudas, pero confié en el doctor… y así aporto en algo a la ciencia”, cuenta cuatro meses después de la operación que lo dejó sin molestias y de la cual hoy sólo queda una pequeña cicatriz a un costado de su mano.

 

La técnica (ver infografía) reduce el dolor postoperatorio y los días de recuperación, porque el paciente recupera la movilidad de sus dedos de forma inmediata.

 

El doctor Gustavo von Unger, traumatólogo del Hospital del Trabajador de Santiago, fue el encargado de la cirugía de Gerardo y de otro paciente chileno, como parte de una investigación a nivel mundial que realiza Illuminoss, empresa estadounidense que desarrolló los dispositivos.

 

“Que se hiciera en Chile por primera vez es algo fortuito. El estudio apunta a fracturas de los huesos de la palma y los dedos. Si todo funciona bien, esta cirugía podría estar disponible a comienzos de 2011”.

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