Publicado 18-07-2017
En el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (LEEP-FCFM) de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, Marcos Díaz monitorea en una pantalla, la trayectoria del satélite chileno, que orbita la Tierra a una altura aproximada de 505 kilómetros y a una velocidad de 7 km/s. “Va pasando por África central”, dice, mientras muestra la ubicación del Suchai 1 en el mapa. “Orbita el planeta doce veces al día, pero en apenas dos de esas vueltas pasa sobre Chile”, agrega. Transcurren pocos minutos y el mapa muestra que el satélite ya está a la altura de Dinamarca.
Díaz es el investigador responsable del proyecto que logró exitosamente poner el mencionado instrumento en órbita, el primero desarrollado íntegramente en Chile. Según cuenta, CONICYT, a través de sus programas Fondecyt, PIA y Fondequip, juega un papel fundamental en las siguientes etapas de esta iniciativa, que contempla la implementación de un programa espacial de bajo costo para nuestro país.
El lanzamiento de Suchai 1 representa un hito tecnológico para Chile. ¿Cómo se gestó esta hazaña?
Cuando regresé a Chile de mi doctorado en Ingeniería Eléctrica, en la Universidad de Boston, EE.UU., había conocido la existencia de estos satélites pequeños. Antiguamente, éstos eran muy grandes y solo los desarrollaba Estados Unidos y la Unión Soviética, pero luego de la aparición de los computadores personales en la década de los 80’, se consigue el hito de construirlos más pequeños, del tamaño de una lavadora. Luego, con la aparición de los celulares, la tecnología se miniaturiza todavía más, permitiendo la creación de estos nano satélites.
Coincidió que, a mi regreso al país tras terminar mi doctorado en 2009, la Universidad de Chile estaba en proceso de cerrar el Centro de Estudios Espaciales en Peldehue, que había sido establecido décadas antes en asociación con la NASA. Fue así que la Universidad decidió continuar trabajando en el ámbito espacial, a través de la idea de crear un prototipo construido por nosotros.
Imagino que no fue fácil encontrar recursos para para un proyecto de esta envergadura…
El Suchai 1 fue financiado íntegramente por la Universidad de Chile, sin embargo, fue a partir de este primer logro que pudimos pasar a la etapa en la que estamos ahora, porque el lanzamiento no es el fin de la historia, sino el comienzo de un programa espacial chileno. CONICYT fue clave para esto, ya que nos permite financiar del desarrollo de Suchai 2 Y Suchai 3, con tecnología nacional y contar con laboratorios donde podemos probarla, sin tener que viajar a instalaciones en otros países (al principio hacíamos las pruebas en Brasil).
¿En qué consistió específicamente este apoyo brindado por CONICYT?
El primer concurso que ganamos fue un Fondecyt, del cual soy investigador principal. Con esto financiamos un estudio tecnológico para los nuevos satélites Cubesat que estamos construyendo y que son más grandes, tienen tres unidades. Junto con ello tenemos un Proyecto Anillo de Investigación en Ciencia y Tecnología, del Programa de Investigación Asociativa de CONICYT, PIA –Fundamental Processes in Space Physics, liderado por el académico Juan Valdivia-, el cual nos permite proyectar estas dos nuevas misiones de nuestro programa de investigación espacial, que están en pleno desarrollo en el LEEP-FCFM, y en cuyos objetivos científicos se trabaja en forma conjunta con un equipo de investigación del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias.
A esto, se suma una cámara de vacío para estudios en ambiente espacial, que básicamente simula las condiciones propias del espacio y que fue financiada gracias al Fondo de Equipamiento Científico y Tecnológico, también de la comisión, Fondequip. Con ella, medimos el sistema de control de altitud y todas las características necesarias para su funcionamiento y comunicación con la estación en la Tierra.
¿Todo fue desarrollado por ustedes?
El cubo, que contiene los componentes del satélite, es un estándar que fue diseñado en los EE.UU., pero todo el software ylas piezas son creados en nuestro laboratorio: la radio de comunicación, el sistema de movimiento y propulsión, todos son nuestros.
En el caso de los ensayos, por ejemplo, el magnetómetro que lleva el Cubesat permitirá medir el campo magnético de la Tierra para el estudio de sus pulsaciones en los polos, un ejercicio que estaremos llevando en el Suchai 2. También, creamos un capturador de datos sismológicos de bajo costo y un fotómetro solar, para medir el efecto de los aerosoles en la trasferencia de radiación. Todo esto, para las próximas misiones.
¿Cuál es la relevancia, para un país, de contar con esta clase de tecnología?
El Suchai 1 nos permitió demostrar que teníamos las condiciones para realizar un proyecto como éste, que va mucho más allá de un lanzamiento. Varios países lo han hecho, pero más bien como prueba de concepto y no llegan a un segundo o tercer lanzamiento. Hasta ahora, los satélites chilenos, como el Fasat-Charlie, son operados desde nuestro país por la FACH, pero han sido construidos por empresas extranjeras. Fue gracias a este primer paso, y con la ayuda de CONICYT, que hoy estamos haciendo historia. Podremos entregar respuestas rápidas a las nuevas generaciones de investigadores y capitalizar ese conocimiento.
¿Qué tipo de utilidad concreta se les puede dar?
Por ejemplo, esperamos ofrecer servicios de tecnología, basados en la información que recopilan los satélites. Hay empresas que tienen del orden de 100 de éstos en el espacio y monitorean la Tierra, lo que permite captar imágenes y supervisar un mismo lugar con cierta frecuencia, lo que un satélite grande no puede hacer. Por ejemplo, el Fasat-Charlie, no pudo apoyar con imágenes el incendio en Valparaíso de 2014, porque coincidió con que esos días, no sobrevoló nuestro territorio. Para ello, se requiere contar con un gran número de estos instrumentos, como los que estamos desarrollando. Si tenemos una constelación de ellos, podremos monitorear actividad volcánica, marítima y captar mucha información geográfica de utilidad.
Como científico trabajando tecnología de punta ¿cuál es la importancia de que un país invierta en ella?
Esta inversión es vital, no sólo para la investigación científica, sino para el desarrollo social de un país. Comparemos con la educación. La mayoría de los padres sabe que educar a su hijo es clave para su formación y para alcanzar un mejor futuro. Lo mismo pasa a nivel país, si las naciones no invierten para ser “especialistas” en algo que los demás países puedan necesitar. Vamos a estar eternamente comprando cosas a los demás, en lugar de ofrecer al mundo lo que nosotros producimos. De eso se trata la inversión en conocimiento. Por eso que el apoyo de CONICYT resulta tan fundamental y así debe entenderlo el país.
09-12-2019
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